Porquerolles, el Mediterráneo más auténtico
La isla de Porquerolles es una fabulosa excursión de un día si nos encontramos por la zona de Marsella o incluso en la Costa Azul. Se trata de una fabulosa isla casi virgen y cerrada al tráfico que nos permite disfrutar de toda la esencia del mediterráneo más auténtico. Porquerolles es una de las Îles d'Hyères. De hecho es la más accesible de todas ellas ya que barcos diarios parten de Hyeres para llevarnos allí. Una vez en la isla – tras un breve crucero de unos quince minutos - llegamos a un pueblo (Porquerolles) donde podemos alquilar una bicicleta para desplazarnos por la isla, la forma más agradable y práctica de movernos por la misma. La construcción en la isla está estrechamente regulada, casi prohibida. Así que la isla es casi un paraíso para los amantes de la playa y la naturaleza. Sus costas escarpadas, el hermoso paisaje y un par de playas salvajes hacen de la isla un lugar maravilloso para explorar, siguiendo uno de los muchos caminos de tierra que cruzan la misma. Hay cuatro itinerarios en bicicleta, de 6,5 kilómetros hasta 13,8 kilómetros de largo.
El pueblo se centra alrededor de la plaza central d'Armes, el antiguo centro del recinto militar que había en la isla. Fort Ste-Agathe - desde la plaza d'Armes, lo encontramos cuesta arriba a lo largo de chemin Ste-Agathe - contiene exposiciones históricas y de historia natural. Únicamente subimos a la torre que cuenta con preciosas vistas de la isla. Y visto el pequeño pueblo, nos dedicamos a nuestro principal objetivo que no era otro que recorrer la pequeña isla de cabo a rabo a bordo de nuestras bicicletas.
Porquerolles es una isla bastante pequeña, pero lo suficientemente grande como para encontrarnos a veces solos en medio de sus impresionantes paisajes. El faro, al sur del pueblo, y las calas en la zona este son buenos destinos para ir en bici. La costa sur es casi todo acantilados, con rutas que serpentean cerca del borde del mismo a través de brezales y exuberantes matorrales. Justo al lado de la ruta de acceso al faro en el extremo sur del pueblo está la Maison du Parc, con un jardín de palmeras e información sobre las actividades en las islas.
Empezamos a recorrer la fabulosa costa norte, jalonada de hermosas playas de arena. Nada más salir del pueblo hacia el este encontramos una primera playa, la de Courtade, realmente bonita y con unas aguas turquesas dignas de cualquier rincón del Caribe. Siguiendo la pista un poco nos desviamos hacia dos pequeños salientes de la costa donde pudimos ver un par de antiguas construcciones militares: la batería de Lequin y el Fort De l'alycastre, en forma de estrella y sobre la pequeña calita del mismo nombre. Es una playa pequeñita con aguas cristalinas, pero en esta no nos detuvimos mucho ya que una de las grandes joyas de la isla se encuentra un poquito más hacia el este: la playa de Notre Dame, a 2,5 km más al este que en bici se hacen en un santiamén. Se trata de una playa salvaje y muy pintoresca. Las mejores vistas aparte de las que se tienen desde la parte superior de la pista de acceso, son las que ofrece uno de los caminos del interior de la isla, al sur de la playa que permite una vista panorámica perfecta. Aquí nos detuvimos y nos estuvimos dando un baño en las cristalinas aguas. Es una playa fabulosa con aguas tranquilas y una arena blanca-dorada muy agradable.
Tras disfrutar de la playa seguimos por a costa hasta su extremo norte, donde hay otros restos militares, como los de la Batterie basse des Mèdes. Las vistas desde aquí hacia la playa de Notre Dame y la preciosa bahía en la que se encuentra son preciosas. Seguimos recorriendo en bicicleta el extremo este donde nos desviamos por caminos a algunos de los puntos accesibles como el Fortin du Galéasson y la punta de la Galere. Las vistas de la costa son preciosas en ambos puntos y recorrer en bici los caminos de tierra a la sombra de los bosques de pinos es una experiencia fabulosa.
La costa sur es bastante inaccesible y de vuelta por la ruta del sur nos asomamos a algunos rincones, como la cala des Salins, un precioso rincón de costa. Seguimos nuestro recorrido y llegamos a la Calanque du Brégançonnet, otra pequeña cala con un poco de arena donde aprovechamos para darnos otro baño. Y siguiendo hacia el oeste llegamos a otro de los lugares más pintorescos de la isla, la playa y península de Langoustier. Sobre una preciosa península coronada por otro fuerte hay unos senderos muy agradables desde donde podemos acceder a dos playas sobre el istmo que da paso a la península. Es una playa preciosa – especialmente la norte – y todo el paisaje que la rodea es maravilloso. Dejamos la bici y estuvimos caminando por la península disfrutando de las vistas en todas direcciones así como algún otro esto de construcción militar. Esta península es la punta oeste de la fabulosa isla de Porquerolles.
Regresamos por la costa norte parándonos en alguna cala y en otro fuerte, el de Bon Renaud, muy cerquita de otra de las playas más grandes de la zona, la de Argent. Un poco antes nos encantó la punta de Aiguade, una zona con preciosas vistas y poco accesible. Y con esto llegamos de nuevo al pueblo de Porquerolles, ya bien entrada la tarde. No obstante como teníamos tiempo nos acercamos al faro de la isla, que se encuentra en una zona boscosa y central, aunque con muy buenas vistas de gran parte de la isla. De regreso al pueblo, devolvimos la bicicleta y nos dimos un paseo más sosegado por el pequeño pueblo y el puerto, que por otra parte tampoco tiene demasiado que ver. Y enseguida nos llegó el barco. Tomamos el último y así completamos un fabuloso día en esta isla paradisiaca, a solo un cuarto de hora de la costa francesa.
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