Visitamos la segunda ciudad más grande de Portugal, ubicada en la desembocadura del Duero, que es atravesado por media docena de espectaculares puentes. Su casco antiguo, la zona de la ribera del río Duero, así como otros puntos en la ciudad nueva son grandes atractivos para dedicarle al menos un par de días. Os contamos qué hicimos y qué vimos durante tres días del mes de Agosto.
DÍA 1: Catedral y zona alta
Llegamos a Oporto en el tren de cercanías que nos dejó en Gaia, la localidad en la ribera sur del Duero, que es además donde se encuentran todas las bodegas del famoso vino de Oporto. Desde el Jardín do Morro en Gaia tenemos ya unas vistas espectaculares de la zona más bonita de Oporto, la zona vieja, junto con las murallas y el puente de Luiz I, una estructura de metal que constituye sin duda la imagen más icónica de la ciudad lusa. La vista desde la adyacente estación del teleférico de Gaia es una de las más conocidas de Oporto. Y es que antes de cruzar el puente merece la pena detenerse en varios miradores de este lado del río. El primero el ya mencionado, situado en el Jardim do Morro. El segundo, en el monasterio del Pilar, una enorme estructura que está frente a los jardines de Morro y en una posición más elevada. Allí una fabulosa terraza nos ofrece maravillosas vistas. Estos dos miradores se llenan de gente al atardecer ya que desde allí la vista de la puesta de sol es maravillosa.
Antes de cruzar a Oporto –recordemos que seguimos en Gaia – hay otro mirador que merece la pena visitar, la Pedra dos Gatinhos. Se llega tomando un camino de tierra bastante descuidado justo bajo el monasterio y antes de cruzar el puente de Luiz I. Es un lugar completamente descuidado y bastante sucio, aunque llegando a unas ruinas accedemos a un punto desde donde la vista del puente es preciosa. Desde aquí también se ve perfectamente el siguiente puente hacia el interior, el de Dom Henrique, con su estructura blanca cruzando el Duero por lo alto.
Y ya sí, tras disfrutar de las vistas accedemos al espectacular puente Luiz I. El puente se puede cruzar por arriba o por abajo. La parte superior es solo atravesada por peatones y el tranvía, con el que hay que andarse con ojo ya que hay mucha gente en el puente y es fácil despistarse haciendo fotos. La parte inferior está abierta además al tráfico de vehículos. Una vez atravesado el puente llegamos a la zona de la catedral y el palacio episcopal, tras superar un repecho. La catedral de Oporto es quizás el monumento más importante de la ciudad. Situada en una plaza con amplias vistas, el aspecto fortificado por fuera es imponente y la visita al interior y al claustro merece la pena. Desde el claustro se acceden a unas salas donde hay una exposición de objetos religiosos. Bajando desde la plaza de la catedral se accede a un mirador precioso tras pasar la oficina de turismo, el de Rua das Aldas. Y es que además de una buena parte de la ciudad vieja y el río tenemos una vista impresionante desde arriba de la imponente iglesia de Grilos.
Desde este mirador se puede seguir bajando por el casco antiguo a través de diversos callejones y tramos de escaleras hasta la parte de la Ribera, pero de momento no lo hicimos y retrocedimos hasta la catedral para acercarnos a la muralla. En realidad no es un tramo muy grande, y ya lo habíamos visto desde el puente de Luiz I pero desde un pequeño mirador a los pies de la muralla, hay otra bonita vista. De camino pasamos por la iglesia de Santa Clara, que por fuera pasa inadvertida al estar entre otros edificios pero el interior es espectacular ya que está completamente cubierta por adornos dorados y pinturas. Realmente merece mucho la pena entrar. De hecho es un monumento nacional.
También desde esta zona se accede al pequeño funicular que comunica el río con la parte alta. Merece la pena comentar que el funicular es bastante más económico que el teleférico de Gaia para desplazarse entre las partes baja y alta de la ciudad. Aunque también se puede hacer andando, la subida, especialmente con el calor del verano, no es demasiado apetecible. Nosotros usamos una vez el teleférico para disfrutar de las vistas pero las demás veces el funicular.
Seguimos explorando la parte alta de la ciudad y nos dirigimos a la plaza de Batalha, donde hay varios lugares que visitar. El primero es el edificio del Teatro Nacional que solo vimos por fuera, y muy cerca de allí al preciosa iglesia de Santo Ildefonso. Aunque la visitamos por dentro lo más interesante es su fachada con los característicos azulejos portugueses en azul y blanco. A partir de aquí entramos en la zona nueva de la ciudad y en la parte más comercial dela misma. Justo al comenzar a caminar pasamos por la calle 31 de Janeiro, que nos ofrece una buena perspectiva. Una de las principales arterias comerciales es la calle de Santa Catarina que recorremos mientras vemos diferentes comercios. Al principio de la calle pasamos por el Café Majestic, un establecimiento muy típico portugués, donde paramos a tomar un tentempié. Es un local precioso aunque abarrotado y con los precios más altos que la media delo que encontramos en otros establecimientos de la ciudad. Y es que hay que decir que Oporto, como Portugal en general, es una ciudad con precios bastante económicos, realmente se nota la diferencia con España.
Llegamos así hasta la Capela das Almas, otra preciosa iglesia con su fachada repleta de azulejos. Desde aquí visitamos el cercano mercado de Bolhao, el más importante de la ciudad y alojado en un imponente edificio. Dentro además de los productos del día a día en numerosos puestos también puedes encontrar varios sitios donde tomarte algo – como los típicos pasteles de nata o una franceshina, el aperitivo típico de la ciudad -y descansar. La franceshina es una sándwich de carne típico de Oporto, con mucho queso fundido y recubierto de una salsa muy sabrosa. Callejeando llegamos a la iglesia de la Trinidad, en la parte traerá del ayuntamiento. Es una iglesia bastante grande pero su interior tampoco es nada del otro mundo. Bordeando el ayuntamiento accedemos a su parte delantera donde se encuentran las típicas letras con el nombre dela ciudad. Desde allí se extiende la Avenida de los Aliados flanqueada por imponentes edificios de piedra y alguna que otra escultura. También aquí encontramos un famoso McDonald alojado en los bajos de un gran edificio de piedra con una imponente escultura de un águila sobre el rótulo del establecimiento.
Ya en la parte inferior de la gran avenida se llega a la plaza de Liberdade, una lástima que estuviese desmantelada por las obras de una nueva línea de metro. Al final de la plaza encontramos otra espectacular iglesia, la de los Congregados, una de las que merece la pena ver por dentro y por supuesto por fuera. Justo enfrente se encuentra la estación de tren de San Bento, cuyo hall principal también alberga una espectacular decoración en azulejos.
Desde aquí, ya bien entrada la tarde bajamos al barrio de Ribeira, el más pintoresco de la ciudad, junto al Duero. Para bajar hay diferentes opciones. Nosotros esta primera vez nos decidimos por la Rua das Flores, una calle peatonal plagada de todo tipo de comercios y donde vimos otra iglesia, la de la Misericordia. A lo largo de esta calle hay infinidad de tiendas de souvenirs. Acabada la calle peatonal llegamos a otro mercado, el de Ferreir Borges, junto a la plaza del infante Dom Henrique. Y desde aquí siguiendo cualquiera de las callejuelas en sentido descendente llegamos a la ribera del Duero con fabulosas vistas del Duero. Esta zona está atiborrada de turistas y hay numerosas terrazas y puestos de recuerdos. Además desde aquí parten todas las excursiones que van por el río. Estuvimos paseando por la ribera del río y cenamos algo por allí. Utilizamos el funicular para subir de nuevo al puente de Luiz I y desde allí regresar a Gaia. Las vistas nocturnas de la ciudad al anochecer preciosas, desde cualquier mirador de los que habíamos visitado por la mañana, por cierto atiborrados de gente para disfrutar del espectáculo.
DÍA 2: Clérigos, Palacio de Cristal y Ribeira
Este segundo día comenzamos a recorrer Oporto de nuevo en su zona alta, en concreto por la Iglesia de los Clérigos con su imponente torre. La iglesia en su interior es muy bonita, digna de visitar con su norme órgano y los retablos dorados, pero lo que más nos gustó fueron las vistas desde la altísima torre. Para llegar a la parte superior de la torre, la más alta de la ciudad, hay que subir unas 200 escaleras. Sin embargo el esfuerzo se ve recompensado con las panorámicas de la ciudad en todas direcciones. Aunque la entrada a la iglesia es gratuita, la visita a la torre no lo es. Frente a la torre se encuentra el museo de Historia Natural y otra de las grandes atracciones de Oporto, curiosamente en la que más cola nos encontramos, la librería Lello.
Y es curioso, porque en muchos panfletos te la venden como la librería de la película de Harry Potter y realmente no es así. Es una librería preciosa que perfectamente podría encajar en las ambientaciones de la película pero no salió como tal en las películas. Y es muy curioso porque es una librería que funciona como tal pero donde además hay que pagar entrada solo por verla, debido a las aglomeraciones que se forman. El interior como digo es precioso, con su escalera espectacular de madera y sus detalles góticos. Dejando la librería nos vamos hasta la cercana iglesia de Carmo. La espectacular fachada contiene numerosos azulejos azulados, de los típicos que adornan muchos edificios en Portugal. El interior también merece la pena con sus numerosas capillas, su órgano… A la salida de la iglesia la Plaza Gomes Teixeira con su espectacular Fuente de los Leones nos ofrece una maravillosa estampa con la iglesia de fondo.
Desde aquí caminamos hacia el Jardín del Palacio de Cristal, un espacio verde un poco alejado del centro y que nos va a ofrecer unas vistas maravillosas del río y de Oporto desde una perspectiva diferente. Estos jardines en torno al pabellón circular del Palacio de Cristal ofrecen diferentes paseos con terrazas y miradores que son recorridos por pavos reales y otras aves. Un entorno más tranquilo y menos visitado que el centro con una vista maravillosa hacia el puente de Arrábida, el último sobre el Duero antes de llegar al océano. Los jardines albergan diferentes espacios dedicados a plantas medicinales, aromáticas…
Regresamos hacia el centro y paramos en el Huerto de las Virtudes, donde hay otro bonito mirador de la ciudad. Siguiendo el paseo del mismo nombre llegamos ya a la zona antigua, a las estribaciones del barrio de Ribeira que exploraríamos durante el resto del día. Allí nos encontramos el mirador de Vitoria, uno de os más bonitos de la ciudad, aunque tan mal mantenido que te lo puedes pasar como no vayas con un mapa. Y es que el mirador se encuentra en un pequeño descampado donde se indica que es propiedad privada. No obstante se puede pasar atravesando la verja y disfrutar de las maravillosas vistas.
Desde aquí comenzamos a descender por el barrio antiguo disfrutando de diferentes callejuelas muy características. Acabamos en la orilla del río y paseando por una especie de corredor elevado nos dirigimos hacia la desembocadura disfrutando de vistas y llegamos a la iglesia de San Francisco y el Palacio de la Bolsa. El interior cuenta con unos retablos dorados maravillosos y la parada del tranvía justo en la puerta de la iglesia hace de éste un rincón realmente pintoresco. El vecino palacio de la Bolsa es un edificio destacado también, guardando uno de los lados de la plaza de Dom Henrique, que a su vez está rodeada de bonitos edificios. Visitamos el palacio de la Bolsa que también es monumento nacional. En el interior destaca un gran patio central cubierto por vidrio. En el recorrido guiado pudimos ver varias salas muy decoradas como la Sala Dorada, completamente cubierta con detalles en pan de oro. También nos gustó mucho la Sala Árabe.
Volvimos sobre nuestros pasos por la ribera del río hasta llegar a la preciosa plaza de Ribeira, uno de los rincones más emblemáticos y pintorescos del barrio, con la famosa fuente del Cubo y las preciosas casas de colores que hay detrás. Desde aquí fuimos callejeando hasta la iglesia de San Lorenzo que ya habíamos visto desde el mirador próximo a la catedral de Oporto. Esta vez la vimos desde abajo. También hay un pequeño mirador junto a la base de la iglesia. Las callejuelas de esta zona son bastante pintorescas y merece la pena perderse un poco por ellas. De nuevo en la orilla del río paseamos junto a la pare más pintoresca del muelle, con sus casitas de colores. Aquí encontramos el Elevador de Lada, un ascensor con una fabulosa estructura de metal que tiene como única finalidad llevarnos al mirador de la parte superior. Y además es gratuito. La vista es muy interesante ya que estamos muy cerca del río y del puente Luiz I. Continuamos por el paseo hasta llegar al puente Luiz I donde muchos niños se tiraban al río para refrescarse. Paseamos por la parte inferior del puente y continuamos después por la avenida Gustavo Eiffel para obtener una vista diferente del puente. Llegamos hasta un mirador con vistas al puente do Infante. Es un paseo muy agradable junto al río y además aquí no hay las aglomeraciones que te puedes encontrar en la zona de la Ribera.
Volvimos de nuevo al casco antiguo y nos dedicamos a callejear subiendo de nuevo hacia la zona de la Catedral. Aquí hay una zona preciosa, el paseo de Largo do Pena Ventosa, una callejuela con casas muy pintorescas a ambos lados y poco transitadas. Este barrio es el de Barredo. Aunque un tanto descuidado, es un barrio muy típico y con rincones que quizás no son tan conocidos pero sí muy auténticos, como las escaleras de Barredo o las de Verdades. Callejeamos por la zona y acabamos finalmente en la Catedral. Desde aquí caminamos hasta otro mirador bastante alejado del centro, el de Fontainhas. Aunque el camino hasta allí no ofrece demasiado al visitante las vistas de este fabuloso mirador merecen bastante la pena. Desde allí se puede apreciar además el puente del infante Dom Henrique. Desde aquí también hay una vista de otro fabuloso puente de hierro, el de Maria Pia, una especie de réplica del Luiz I aunque sin el tramo inferior.
Regresamos a la zona de la Catedral y bajamos al río de nuevo, esta vez por la pintoresca calle de Escadas do Codeçal, otra calle muy fotogénica con vistas al puente Luiz I. Desde allí cruzamos a Gaia, desde cuyo paseo junto al río se puede disfrutar de unas maravillosas vistas hacia Oporto, con las típicas embarcaciones que jalonan el Duero. Cenamos en esta zona y para terminar la jornada tomamos el teleférico de Gaia para disfrutar de las vistas durante el trayecto. De nuevo destacar que para disfrutar de las vistas el teleférico está bien, pero es mucho más barato usar el funicular en la orilla de Oporto para desplazarse entre la zona alta y baja de la ciudad.
DÍA 3: Visita a las bodegas y tour por el río.
Dejamos para este último día dos actividades muy interesantes que permiten conocer con mayor profundidad la ciudad y otro de sus principales atractivos: las bodegas. Por la mañana hicimos una visita a una de las bodegas. Habíamos reservado previamente en la bodega de Ferreira, aconsejados por unos amigos que anteriormente habían hecho la visita.
Las bodegas se encuentran todas en Gaia, es decir frente a Oporto, por temas de impuestos principalmente. Y no esperes encontrar la típica bodega rodeada de viñedos como en muchas zonas de España, aquí las bodegas se encuentran en un paisaje completamente urbano y amontonadas unas junto a otras, lo que digamos resta algo de encanto a la visita. A la hora de elegir una bodega de las muchísimas que hay nos decidimos por el consejo de unos amigos, aunque entiendo que la mayoría de las visitas serán similares. En Ferreira a la hora que comenzó la visita una guía nos fue explicando la historia de la bodega, sus orígenes etc…. Antes de conducirnos por las instalaciones de la misma, vimos las barricas donde reposa el vino y diferentes estancias donde hay muchos útiles del trabajo diario de la bodega además de fotografías…. Finalmente la visita concluye con una cata de vinos y una visita a la tienda de la propia bodega, donde no recomendamos comprar ya que curiosamente los vinos están más caros que en cualquier otra tienda de Oporto. En definitiva si te interesa el tema del vino es una visita interesante, pero si no es así la verdad es que tampoco te pierdes nada a pesar de que el vino de Oporto sea una de las señas de identidad de la ciudad y muy conocido en todo el mundo.
Tras la visita a la bodega volvimos a cruzar el puente Luiz I por su parte inferior y nos dedicamos a callejear por la zona de Ribeira, más relajadamente que los dos días anteriores ya que prácticamente teníamos todo visto. Si que descubrimos algún rincón interesante más pero básicamente nos dedicamos a deambular sin rumbo fijo por la zona hasta el comienzo de nuestro viaje en barco por el Duero. Esta actividad, la del viaje en barco por el río, creo que merece la pena, ya que a pesar de que habíamos visto todo, desde el río se tiene otra perspectiva y se llega más allá de los límites de la propia ciudad. Hay numerosas posibilidades de tours que se pueden contratar, más cortos, más largos, con comida a bordo, algunos incluso de día que se adentran por el río Duero... Nosotros nos decantamos por el conocido crucero de los 6 puentes.
Hay varias compañías que hacen este crucero y los precios son muy similares. Los barcos son grandes y en cada viaje llevan a bastantes personas. Nosotros cogimos uno que sale directamente desde la plaza de Ribeira. El recorrido de aproximadamente una hora nos llevó por los 6 puentes que cruzan el río en la ciudad de Oporto, el puente de Arrábida, Luiz I, Infante Don Enrique, María Pía, Sao Joao, y Freixo. La perspectiva de la ciudad y las vistas hacia la desembocadura una vez pasado el puente de Arrabida merecen la pena. Mientras dura el trayecto por un altavoz te van contando datos curiosos de la ciudad y de los propios puentes.
Tras bajar del barco nos dirigimos a la Iglesia de San Francisco que y habíamos visitado el día anterior con el objeto de tomar el tranvía hasta el Museo do Carro Electrico, el museo del tranvía. Es un museo curioso donde pudimos ver un montón de tranvías de diferentes épocas perfectamente restaurados. Y es que los tranvías de Oporto son uno de los rasgos más pintorescos de la ciudad, a pesar de que ya solo quedan unas pocas líneas y más con fines turísticos que como medio de transporte real. De todas formas tanto la visita al museo como el viaje en tranvía hasta el centro es una experiencia.
Dedicamos las horas que nos quedaban a pasear por las orillas del río, tanto en Oporto como en Gaia, disfrutando de las vistas y acabamos subiendo a los jardines de Morro para disfrutar de la puesta de sol. En estos jardines y en el mirador del Pilar se congrega una autentica multitud para disfrutar de este espectáculo, viendo como el sol se va hundiendo hacia el puente de Arrábida y mandando sus últimos destellos hacia el puente de Luiz I y el barrio de Ribeira.
Lugares a visitar: