Aunque la imagen que nos suele venir a la cabeza cuando hablamos de Canadá es la de los espectaculares paisajes naturales de los Parques Nacionales del Oeste, la costa Este alberga también grandes tesoros naturales y unas cuantas ciudades muy interesantes y diferentes entre sí. A lo largo de este viaje de 15 días recorreremos los principales lugares de interés de Ontario y Quebec, los dos principales estados de la costa este de este maravilloso país.
Salimos de Bilbao y volamos a Toronto. Toronto es una ciudad enorme que destaca por su lago y la torre de la CN, un espigado “pirulí” que domina el skyline de la ciudad junto con la cúpula del Rogers Centre – el estadio de la ciudad -. Aunque Toronto es muy grande, la mayor parte de lugares de interés se concentran en un área compacta, en torno al downtown y su salida al lago Ontario. Fue precisamente en esta zona del lago donde pasamos la tarde después del vuelo. Es una zona muy agradable para pasear, con bares, restaurantes y buenas vistas hacia el archipiélago y hacia los rascacielos del centro. Hay una zona con puentes muy pintoresca y hasta una galería de arte en una antigua planta eléctrica. Aprovechamos para hacer un crucero por las islas de Toronto. El barco nos ofrece una preciosa vista de la ciudad desde el lago y pasa por los canales entre varias de las islas, la gran zona de ocio de la ciudad.
El día siguiente lo dedicamos a conocer el centro de la ciudad, paseando por sus avenidas y disfrutando de la arquitectura. Subimos a la CN Tower. Las vistas son impresionantes, y la subida se hace en un ascensor por el exterior de la torre. Vimos edificios como los museos de Royal Ontario y la Galería de Arte de Toronto. Un edificio clásico digno de destacar es el mercado de St Lawrence en el centro, donde puedes encontrar todo tipo de productos típicos. También pintoresco es el antiguo teatro Alexandra. El Ayuntamiento, el antiguo Ayuntamiento o el parlamento de Ontario también son impresionantes. Otras zonas interesantes son Little Italy – el colorido barrio italiano – y la zona de Yorkville, una zona de tiendas y bonitas casas de ladrillo.
A la mañana siguiente pasamos por el Chinatown de Toronto, un grupo de calles muy curiosas con comercios de lo más variopinto y visitamos la Casa Loma, un castillo clásico en el norte de la ciudad. Después condujimos hora y media hasta las cataratas del Niágara. Al entrar en el pequeño pueblo nos encontramos con la gigantesca caída de agua de frente, y nos dejó con la boca abierta. Además de pasear por el borde de las cataratas y sacar infinidad de fotos desde los miradores recomiendo sin duda el paseo en el mítico barco Maid of the Mist, donde armado con tu chubasquero llegas lo más cerca posible de catarata: una sensación indescriptible. Además descendimos por un ascensor para ver a través de un hueco excavado en la roca la caída de agua desde atrás. Pasamos a Estados Unidos por un puente que cruza el río a una buena altura – Rainbow Bridge- y que hace de frontera. Desde el lado americano se puede ver muy de cerca la caída de agua secundaria – la que no tiene forma semicircular-, también impresionante. Hay un parque con diferentes miradores y como era 4 de Julio pudimos disfrutar de los fuegos artificiales sobre las cascadas, iluminadas con luces de colores.
Tras pernoctar en Toronto, viajamos hasta Ottawa. De camino paramos en el Parque provincial de Sandbanks en el condado de Prince Edward, una península que se adentra en el lago Ontario. El parque ofrece preciosos paisajes costeros y tres enormes playas de arena con unas dunas altísimas, una mezcla de paisajes realmente pintoresca. Después seguimos hacia la histórica ciudad de Kingston, donde el lago Ontario desemboca en el río San Lorenzo. Es una tranquila localidad donde podemos ver el precioso edificio del ayuntamiento y pasear junto al lago donde hay algunas esculturas y edificios históricos como un fortín británico. También visitamos el Kingston Penitentiary – el penal - y el Fort Henry. Desde Kingston comienzan los cruceros por la zona de las Thousand Islands -1000 islas- en el río San Lorenzo, un tramo repleto de pintorescos islotes. Como no teníamos tiempo tuvimos que conformarnos con seguir el curso del río por la carretera y hacer paradas en lugares desde donde había buenas vistas. El mejor tramo es el que sigue la Thousand Islands Parkway, que discurre muy cercana al río. Siguiendo el curso del río se llega a Prescott, un bonito pueblo a orillas del San Lorenzo con un precioso paseo junto al río. Llegamos a Ottawa de noche, donde disfrutamos de un espectáculo de luces en los edificios del Parlamento, con imágenes de la historia y de la riqueza natural del país proyectadas sobre el espectacular edificio.
El día siguiente exploramos Ottawa. El centro de Ottawa es muy compacto y se puede visitar en un día. Visitamos el conjunto de los edificios del Parlamento, donde pudimos asistir a la ceremonia del cambio de guardia con los soldados y sus típicos uniformes. Desde la colina donde se asientan estos edificios pudimos disfrutar de buenas vistas del río Ottawa. Bajamos por Wellington St – donde hay una buena cantidad de edificios oficiales – hasta cruzar el río por un puente que pasa por encima de la isla Victoria. Cruzamos así a Gatineau en Quebec donde hay un complejo de museos y zonas verdes muy bonito y con fenomenales vistas sobre Ottawa. Cerramos el recorrido circular por el puente de estructura metálica de Alexandra desde donde se pueden ver las esclusas del canal de Rideau que se comunican con el río Ottawa. En el otro lado del puente se puede ver la Galería Nacional de Canadá. Toda esta zona es preciosa, con majestuosos edificios, zonas verdes, el río…
El cercano Byward Market es una zona de tiendas y edificios bajos muy pintorescos con mucho ambiente. Después seguimos a lo largo del canal de Rideau adentrándonos en la ciudad. Es otra zona muy bonita, con elegantes edificios y más zonas verdes con terrazas junto al canal. Llegamos hasta el Ayuntamiento y al parque Confederation donde había preciosos tótems indígenas.
Con el nuevo día nos dirigimos al Parque Nacional de Mont Tremblant. Nos alojamos en el coqueto pueblo del mismo nombre, básicamente una estación de esquí dedicada a las actividades al aire libre en verano. Subimos en teleférico a las montañas cercanas al pueblo desde donde una torre forestal había unas vistas espectaculares del lago Temblant. También pudimos alquilar una embarcación a motor para recorrer el lago. Por la tarde hicimos un par de rutas sencillas en el parque nacional para visitar las cascadas de Chute du Diable y Chutes Croches. Y finalmente nos dio tiempo a subir al mirador de La Roche, con preciosas vistas sobre el lago Monroe. El parque no es tan espectacular como los de la costa oeste. Sin embargo merece la pena una visita por la cantidad de lagos y riachuelos que lo atraviesan.
El siguiente destino era Quebec, capital del estado homónimo. Sin duda es la ciudad que más nos gustó y la que tiene un carácter más europeo. Su centro histórico está amurallado y dominado por un impresionante Chateau, hoy en día un hotel. El centro parece el de una ciudad francesa con calles adoquinadas y preciosas casas. Desde la explanada del Chateau - Terrasse Dufferin - hay amplias vistas sobre el río San Lorenzo. En la parte baja, a nivel del mar está la parte más pintoresca con la encantadora plaza Royale y sus alrededores. Pasamos buena parte del día recorriendo esta zona, callejeando y disfrutando del animado ambiente. También exploramos la ciudadela, detrás del Chateau, y los campos de Abraham, con algún edificio histórico y zonas verdes con buenas vistas. La zona costera bajo el castillo es también muy agradable para pasear y ofrece vistas espectaculares de la zona vieja con el castillo en la cima. De la parte moderna de la ciudad visitamos la zona de Montcalm, cerca de los campos de Abraham con muchas construcciones clásicas y típicas, tiendas y restaurantes. Aquí está el museo de Bellas Artes. Callejear por esta zona y la contigua Haute-Ville merece mucho la pena.
Dejamos para el día siguiente el cercano Parque Tribal de los Hurones,
Pernoctamos cerca de allí y seguimos hacia el norte recorriendo la costa de Charlevoix. Esta región de Quebec se caracteriza por estar muy poco poblada, sus verdes valles y sus preciosos paisajes costeros. Pequeños pueblos salpican la costa y paramos en el pueblo de artistas de Baie-Saint-Paul, con numerosas galerías de arte y un núcleo de calles bastante pintoresco. Seguimos la carretera costera – una de las carreteras escénicas más renombradas de esta parte de Canadá - y fuimos parando en diferentes puntos para disfrutar del paisaje. Paramos en Saint-Joseph-de-la-Rive y en Port-au-Pesil, donde unas bonitas cascadas desembocan en el mar, cerca de una pintoresca capilla. Aquí y allá encontrábamos una playa, un faro, una capilla… en fin, una maravilla conducir por esta carretera.
Y a la tarde habíamos reservado un viaje de avistamiento de ballenas en la bahía de Sainte Catherine. Os aconsejo que reservéis viaje a bordo de una Zodiac. Los hay en barcos más grandes y puede que más cómodos, pero la ventaja de la Zodiac es que en cuanto veían una ballena se ponían a su lado en segundos. Teníamos dudas sobre si veríamos alguna ballena, y quedamos muy gratamente sorprendidos porque vimos muchas. No pudimos inmortalizar el momento porque nos aconsejaron no llevar cámaras debido a que el viaje podía ser muy movido y podías mojarte bastante, como así ocurrió. Pero desde luego fue una experiencia inolvidable. Cuando acabamos el viaje cruzamos en ferry la desembocadura del Saguenay para alojarnos en Tadoussac.
Tadoussac es una pequeña población en un emplazamiento espectacular, con el río Saguenay desembocando en el San Lorenzo, imponentes montañas y con dunas que conforman el litoral. Además hay numerosos edificios históricos. Tras desayunar dimos un paseo por el pueblo disfrutando de cada uno de los rincones y nos dirigimos hacia el interior avanzando en paralelo al río Saguenay, que forma un espectacular fiordo, desde el lago St Jean al oeste. La carretera discurre muy lejana al fiordo y para poder verlo hay que hacer incursiones en las pocas carreteras secundarias que hay o bien alguna ruta de senderismo. L’Anse-de-Roche es un bonito asentamiento con un precioso muelle con vistas al fiordo. Recorrimos pequeños senderos hasta varios miradores sobre el fiordo. Después paramos en Sainte Rose du Nord, un bonito pueblo con un pintoresco muelle y buenas vistas a las paredes del fiordo. Saint- Fulgence es otro bonito pruebo en la orilla del fiordo situado en un pequeño entrante. Aquí paramos y sacamos unas pocas fotos. Continuamos el viaje hasta el Lac Saint-Jean, hasta la Reserva India de Mashteuiatsh. Aquí visitamos un museo amerindio mucho más pequeño que el de los Hurones en Quebec, pero aun así tuvo algunas cosas interesantes.
Dormimos en Alma y seguimos por la orilla sur del fiordo de Saguenay, la parte más preparada para el turismo. Tras pasar el pueblo de Saguenay el fiordo nos saluda con bahías amplias y zonas de arena no demasiado vistosas. Cuando llegamos a La Baie nos desviamos hacia el interior hacia el Centre de plein air Bec-Scie , una zona de esquí de fondo que en verano permite explorar el cañón del río Mars donde pudimos llegar a un mirador precioso sobre un conjunto de cascadas y una pintoresca cabaña. Siguiendo la carretera 170 nos desviamos en la Rue Notre Dame para realizar una ruta a la estatua de la virgen de Notre Dame de Saguenay que se alza en un lugar remoto sobre un peñasco elevado con impresionantes vistas del fiordo. Es la parte del parque que más nos gustó. Al fondo de un valle se inicia la ruta perfectamente acondicionada y que nos lleva por fantásticos miradores sobre un precioso entrante del fiordo. Tras la ruta, siguiendo el curso del fiordo llegamos a L’Anse-Saint-Jean, un precioso pueblo costero con vistas del fiordo y donde un sendero nos conduce a un espectacular mirador a más altura, el mirador de L'Anse De Tabatière. También vimos un bonito puente cubierto. La siguiente parada fue Anse du Petit Saguenay, un simple muelle con vistas al fiordo y seguimos hasta el hotel camino de Montreal donde pasaríamos nuestros dos último días en Canadá.
Montreal es una ciudad bastante compacta, al menos la parte que es de interés turístico. Nos alojamos en la parte vieja y fue lo primero que exploramos. La Basílica se encuentra en una preciosa placita donde suele haber carruajes para visitar esta zona. Las callejuelas alrededor de la basílica son bastante pintorescas y allí podemos ver edificios como el Ayuntamiento, el mercado de Bonsecours o la capilla de Notre Dame de Bonsecours. Tras callejear un poco llegamos a la zona del río, una zona de ocio y zonas verdes desde donde hay bonitas vistas de la ciudad. Hacia el sur visitamos Chinatown y en las cercanías el edificio del Centro de Historia de Montreal. Continuamos el recorrido por Place des Arts una zona de edificios modernos destinados a espectáculos y ocio. La cercana Catedral de Christ Church nos impresionó, porque se trata de un bonito edificio clásico y justo detrás se alza un impresionante rascacielos, un contraste realmente curioso. Un poco más al sur las plazas Dorchester y Place du Canada reúnen también una buena cantidad de edificios interesantes. Pasamos el resto del día callejeando por la zona centro y por la curiosa ciudad subterránea, una gigantesca colección de galerías subterráneas repletas de restaurantes y tiendas de más de 30 Km.
El último día visitamos algunas atracciones un poco más alejadas del centro para lo que usamos el coche. Primero visitamos el Parque Mont-Royal, una zona verde sobre una colina que ofrece preciosas vistas sobre la ciudad. Muy cerca de allí hay un santuario enorme, el Saint-Joseph. Seguidamente nos dirigimos al norte para visitar el parque olímpico, las viejas instalaciones para las olimpiadas de 1976. Volvimos al centro y pasamos la tarde visitando dos islas que se encuentran frente al puerto viejo, la isla de Notre Dame y Sainte Helene. Allí pudimos visitar un curioso edificio que hacía de casino, un antiguo pabellón en forma esférica de la expo de 1967 y un parque de atracciones. Ya sin tiempo para más concluimos el día y el viaje pues al día siguiente nos tocaba emprender el viaje de vuelta.