Hacemos un recorrido por Valonia, la fabulosa región de Bélgica situada al sur de Bruselas. Salpicada de preciosos pueblecitos y con una rica historia a sus espaldas es una maravillosa escapada para unos días, que además queda muy a mano, pues el aeropuerto de Bruselas se encuentra a una hora de coche aproximadamente. Valonia es más de la mitad de Bélgica y es la parte más salvaje, más natural, donde podemos encontrarnos preciosos paisajes rurales, frondosos bosques y tradicionales pueblecitos aquí y allá. Recorrer Valonia en coche es una verdadera gozada. A lo largo la ruta nos adentramos en la encantadora campiña valona. La ruta es un rosario de pequeños pueblos, granjas tradicionales, castillos… que se suceden sin cesar.
Tournai
Tournai es una ciudad pequeña más que un pueblo y sobre todo destaca por dos monumentos ambos incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad: el campanario Beffroi y la Catedral de Notre-Dame. Ambos se encuentran junto a la Grand Place, sin duda una de las más bonitas que vimos en este viaje. La catedral es un enorme y precioso edificio gótico que destaca por sus cinco torres. Es una pena que al estar siendo restaurada no la pudimos ver en todo su esplendor, pero si el exterior se adivina espectacular el interior también merece mucho la pena. El campanario, independiente y separado unos cien metros de la catedral, es una construcción preciosa a donde si pudimos acceder. Subimos a su mirador a través de una estrecha escalera de caracol para disfrutar de las maravillosas vistas sobre el pueblo, en especial sobre la Grand Place. La terraza del campanario no se encuentra sin embargo en su parte más alta, sino más o menos a la mitad. Toda la zona se encuentra rodeada de bajas casas de piedra realmente preciosas.
Tras la visita accedimos a la plaza de forma triangular y rodeada de otra sucesión espectacular de preciosos edificio de piedra. Es un espacio recogido y encantador por el que merece la pena pasear sin más. En la plaza además hay varios edificios notables como la iglesia de San Quintín, a la que también merece la pena entrar para ver su interior. De camino a la iglesia de San Jacques – cuyo interior también es de interés - nos encontramos el Fort Rouge, una preciosa torre medieval resto de las antiguas fortificaciones de la ciudad. Otro de los vestigios de las murallas lo encontramos en el puente Pont des Trous. Es un enorme puente con tres grandes arcos para el paso de embarcaciones y es realmente pintoresco. Estuvimos callejeando por los alrededores del río y vimos diferentes edificios interesantes. También en un parque cercano vimos la torre de Enrique VIII, pero al estar también en proceso de restauración no pudimos ver demasiado entre el amasijo de andamios.
Mons
Mons es otra pequeña ciudad con un casco urbano muy interesante. Es una ciudad universitaria y eso se nota ya que hay muchos estudiantes moviéndose de aquí para allá. La Grand Place, tan bonita como la de Tournai, es el centro de la ciudad y está rodeada de preciosos edificios de diferentes épocas. El precioso ayuntamiento destaca sobre todos ellos. En su fachada se encuentra el símbolo de la ciudad, una mona conocida como la Singe du Grand Garde. Se puede entrar al ayuntamiento hasta un precioso jardín rodeado de edificios municipales, un verdadero remanso de paz en medio de la ciudad. El casco antiguo es una zona muy agradable para pasear, con sus calles adoquinadas y una sucesión de maravillosos edificios de piedra. La Colegiata de Saint Waudru y el barrio de las Canónigas es otra de las zonas más interesantes de la ciudad. La colegiata es un enorme templo con un interior precioso, donde abundan las esculturas como El Carro de Oro, una fabulosa carroza realmente ornamentada.
En la parte más alta dela ciudad se puede ver una capilla y el campanario de Catiau, una preciosa construcción barroca declara Patrimonio Mundial por la UNESCO. Pudimos subir para disfrutar de las fabulosas vistas desde la ciudad y además lo hicimos en un ascensor habilitado hasta la terraza. La ya considerable altura de la torre junto con su ubicación en la zona más alta da una panorámica completa de toda la ciudad. También seguimos una ruta temática autoguiada de la batalla de Mons, una batalla que tuvo lugar durante la primera Guerra Mundial, y que por supuesto dejó rastro en la ciudad. Y es que caminar entre las callejuelas es la mejor forma de descubrir esta agradable ciudad.
Abadía de Villers-la-Ville
Aunque no se trata de un pueblo, sí es una parada que merece mucho la pena en nuestro recorrido por Valonia. La Abadía de Villers es uno de los sitios más evocadores y encantadores que visitamos en este viaje. Se ubica a las afueras del pequeño pueblo de Villers-la-Ville, no muy lejos de Bruselas. Del antiguo monasterio sólo quedan ruinas, cubiertas por vegetación, aunque son lo suficientemente extensas como para hacernos una idea de lo que fue la abadía en sus tiempos de gloria. El edificio fue reconstruido varias veces a lo largo de los años por lo que pueden verse diferentes estilos como el románico, neoclásico, o el el gótico. La vegetación ha ganado gran parte de las ruinas y una de las fachadas está completamente cubierta por vegetación. Así que es un verdadero paraíso para la fotografía, un lugar muy pintoresco.
Pasear por las ruinas de esta enorme abadía en plena naturaleza – ya que el pueblo no está a la vista desde las instalaciones del templo – es una verdadera maravilla. A la entrada te dan un folleto y con una audioguía puedes ir recorriendo las diferentes estancias de los edificios, algunas sin techo, otras con él, y con la mayoría de los suelos tapizados de un manto verde de césped. Aunque ya hemos visto otras ruinas similares en otros viajes éstas nos encantaron. Además de explicarte en la audioguía lo que estás viendo te dan muchos e interesantes detalles de cómo era la vida de la Abadía y de los monjes que la habitaban.
Namur
Namur es otra pequeña ciudad que se levanta en la confluencia de los ríos Sambre y Mosa. Su principal atractivo es la imponente ciudadela que ofrece las mejores vistas de la ciudad, ya que se encuentra en un alto sobre el río. La ciudadela e extiende a lo largo de la loma y a ella llegamos mediante un pequeño funicular desde Pied du Chateau. Hicimos una ruta para conocer los diferentes arcos, miradores, y túneles subterráneos que componen el complejo. En el centro de la ciudadela visitamos el antiguo cuartel de la ciudadela. Aunque no se vaya a visitar el interior de la ciudadela merece la pena subir para disfrutar de las vistas de la ciudad el río y sus puentes. Además los propios muros de la ciudadela y sus imponentes puertas merecen la pena una visita. La mejor foto del conjunto de la ciudadela se consigue desde el otro lado del río con los muro elevándose sobre una hilera de coquetas casitas que flanquean el río. En concreto el Pont de Jambes es el que ofrece una mejor vista. Este puente se encuentra en el otro lado de la ciudad, hacia el sur, sobre el río Mosa.
Una vez visitada la ciudadela también nos dimos un paseo por el casco antiguo de la ciudad. Aún no siendo tan bonito como otros que vimos en el viaje a lo largo de las calles si encontramos algunos rincones de interés. La Catedral de Saint Aubain es uno de los monumentos más destacados. Su interior es interesante aunque no tan bonito como el de otras catedrales que habíamos visto en este viaje. En las cercanías de la catedral se despliega una serie de calles peatonales muy comerciales donde es bastante agradable dar un paseo. Y así paseamos por el centro y pasamos por la Plaza de Armes donde se encuentra el Palacio de Congresos, aunque nada tiene que ver esta plaza con otras monumentales plazas que ya habíamos visto en nuestro itinerario. Sin embargo esta zona es agradable para pasear y llegamos a la torre de Saint-Jacques, que es Patrimonio de la Humanidad. También pasamos por alguna otra iglesia e hicimos un recorrido por la orilla del río disfrutando de vistas de la ciudadela y de algunas de las casas delas orillas, aunque el río Sambre es bastante menos fotogénico que el Mosa.
Crupet
Crupet es un pueblo realmente pequeño, con poco más que una calle alrededor de la cual se arremolinan unos preciosos edificios de piedra, propios de la Valonia rural. En esa misma calle encontramos también la coqueta iglesia junto a la gruta de San Antonio de Padua. La gruta es una especie de monumento donde hay recreadas una serie de figuras religiosas que dotan al conjunto de un carácter bastante pintoresco. Allí mismo hay una oficina de turismo, pequeña pero con mucha información del pueblo y alrededores.
El pueblo se recorre rápidamente, pero merece la pena acercarse a un castillo que se encuentra muy cerca del pueblo – en realidad en una calle paralela a la principal -. Está formado por una torre del homenaje en un pequeño lago y un puente de piedra con varios arcos que conduce hasta la torre. Es una imagen realmente preciosa. La pena es que hay que conformarse con verlo desde la carretera porque no se puede visitar tal y como nos comentaron en la oficina de turismo. Sin embargo la sola estampa del castillo sobre el agua ya merece la pena pasar por este pueblecito.
Dinant
Dinant es uno de los pueblos más bonitos y pintorescos de Valonia. Dejamos el coche junto al río Mosa y desde allí la imagen de la iglesia gótica con el promontorio rocoso coronado por la ciudadela del pueblo forma una estampa realmente bonita, una de las imágenes con las que nos quedamos en nuestro viaje. La ubicación del pueblo, a orillas del Mosa y entre pequeños promontorios rocosos, es uno de los principales atractivos de Dinant. Cruzamos el puente Charles de Gaulle y nos fuimos directos a ver la Colegiata, que aunque interesante por dentro por alguna obra de arte es más bonita por fuera. Su portada y su característico bulbo en la espira principal hacen del templo un edificio precioso.
El otro gran atractivo de la ciudad es su ciudadela, sobre el promontorio tras la iglesia. Subimos en funicular – la alternativa es una interminable sucesión de escalones - hasta arriba donde disfrutamos de un maravilloso mirador con vistas sobre el río y el pueblo, donde destaca la espira de la iglesia elevándose casi hasta los pies del mirador. En la ciudadela hay además un museo y una exposición bastante interesante sobre la ciudad. Tras bajar de la ciudadela dimos una vuelta por las callejuelas alrededor de la iglesia. A lo largo del puente hay una exposición de saxofones coloridamente decorados. Y es que el inventor del saxofón parece que era oriundo de este pequeño pueblo. De hecho siguiendo la Rue Adolphe Sax llegamos a la que fue la casa natal del músico. En la entrada hay una estatua del personaje junto a un saxofón sentado en un banco. La Casa natal está abierta al público de manera gratuita como centro de interpretación de la vida y obra de Adolphe Sax. Merece la pena entrar para conocer un poco mejor la historia de este instrumento.
Seguimos paseando hasta el ayuntamiento en cuya plazoleta hay una preciosa escultura de otro saxofón de cristal. Y hacia el otro lado del pueblo llegamos hasta la Abadía de Leffe, cuna de una de las más famosas cervezas belgas. Allí pudimos ver una exposición sobre el nacimiento, evolución y el proceso de elaboración de esta fantástica cerveza.
Castillo de Vêves
Muy cerquita de Dinant encontramos este precioso castillo, muy característico con sus torres puntiagudas y cónicas. Se encuentra en un pequeño alto junto a la carretera y protegido por una pequeña muralla. Entramos a visitarlo y aunque por fuera es precioso la verdad es que el interior es prescindible. Sí que pudimos ver colecciones de objetos y muebles de la época pero no algo distinto de lo que ya hemos podido ver en otros castillos europeos. No obstante la foto del castillo desde fuera es preciosa. La carretera de acceso al castillo ofrece un pequeño lugar de parada para disfrutar de una maravillosa vista del mismo.
Castillo de Lavaux-Sainte-Anne
Este castillo es uno de los más bonitos que vimos en Valonia. Se encuentra a unos 20 kilómetros al sureste de Dinant en la orilla derecha del río Mosa. El imponente edificio destaca por ser un robusto edificio flanqueado por torreones redondos, y bordeado con un profundo foso que le da un carácter muy especial. Visitamos el interior del castillo en cuyas salas se encuentra el Museo de la Caza y Conservación de la Naturaleza. Visitando el castillo nos empapamos de cómo era la vida señorial y rural en el castillo. Recorriendo las estancias pudimos ver muchos muebles de época y hasta una sala de música con preciosos ejemplos de violines. En las bodegas vimos también una buena colección de utensilios rurales y de trabajo en la finca del castillo.
Pero sin duda lo que más nos gustó fue el exterior, la imagen del castillo con el foso que lo rodea y los preciosos y cuidados jardines. Este castillo bien podía formar parte de las rutas de castillos tan fabulosas que hay por Francia.
Bouillon
Bouillon es una pequeña ciudad que goza de una situación privilegiada cerca de las fronteras con Luxemburgo y con Francia. Se la conoce como la Perla del Valle de Semois, y es que no en vano es probablemente la población más bonita y con mayor patrimonio arquitectónico de esta parte de Valonia. Lo que más destaca de la ciudad es el Castillo, uno de los más antiguos de Bélgica. Se ubica sobre una colina sobre la ciudad y por lo tanto ofrece unas vistas maravillosas de toda la población y del río Semois que atraviesa la ciudad. El castillo es realmente bonito, tiene diferentes cuerpos y una buena extensión. Se puede pasear por los diferentes edificios, donde hay alguna exposición y alguna recreación de las escenas típicas de la vida de la fortaleza. La visita la hicimos por libre – la entrada es bastante asequible – y fuimos siguiendo en un plano los diferentes lugares de interés a lo largo de las estancias y defensas del precioso castillo medieval. La visita nos llevó cerca de las dos horas, porque el complejo es realmente extenso. Las mazmorras también se pueden visitar y es una de las partes más interesantes. También hay exhibiciones de cetrería en el Patio de Armas aunque a nosotros no nos coincidieron los horarios.
Continuamos la visita por el centro histórico que se extiende debajo del castillo y que alberga una coqueta red de estrechas y antiguas callejuelas. Nada más bajar del castillo pasamos por el Museo Ducal, aunque aquí no entramos. Sí entramos al Archeoscope de Godofredo de Bouillon – un famoso caballero de las cruzadas -, un antiguo convento con una exposición sobre el caballero y una muy interesante muestra de maquetas de fortalezas medievales. También hay una réplica de la tumba de Godofredo. Saliendo del convento nos dedicamos a pasear por las callejuelas del centro y pasamos por varios puentes disfrutando de preciosas vistas de las diferentes orillas. Las casas alrededor del río y algunas callejuelas tienen mucho encanto, con un aire inequívocamente francés.
No muy lejos de Bouillon hicimos una parada en un paraje realmente bonito, un meandro cerrado del río que es muy pintoresco. Se conoce como Le tombeau du Géant, y se accede por una carreterucha bastante estrecha. En la oficina de turismo nos dieron las indicaciones para llegar al precioso mirador. Merece la pena este desvió en la ruta para disfrutar de un rincón realmente bonito. Y es que todos los alrededores de Bouillon están formados por una serie de colinas y prados verdes, con granjas dispersas por aquí y por allá que dan un encanto enorme a todo el paisaje.
Abadía de Orval
Se trata de nuevo de unas ruinas, pero también realmente bonitas. Además junto a las pintorescas ruinas hay una nueva abadía construida que sin embargo no se puede visitar. En la zona de las ruinas, que es la que podemos ver, hay un huerto de hierbas medicinales y un museo de la cerveza. El recorrido por las ruinas es fabuloso y la presencia del edificio nuevo justo tras las ruinas contrasta sobremanera con los muros, arcos y demás elementos que sobreviven del antiguo templo. El recinto de la Abadía se sitúa en un valle en las Árdenas, uno de los enclaves más bonitos del país.
Se pueden contratar visitas guiadas pero nosotros decidimos hacerlo por libre y la verdad que es una forma muy tranquila de hacer la visita. Hay numerosos paneles que explican lo que estamos viendo a medida que avanzamos por las ruinas, donde se pueden ver tumbas, muros, una especie de piscina circular y muchos elementos que te transportan a la época en la que la abadía estaba en su máximo esplendor. Lo que más nos gustó fueron las ruinas. El museo y las exposiciones también están bien para entender la importancia histórica de esta abadía pero el paseo por las ruinas es algo fabuloso.
Bastogne
Bastogne – Bastoña en castellano – es una pequeña ciudad que quizás no destaque por sus monumentos o por su encanto como otras de las paradas que hicimos en nuestro viaje, pero sin embargo, sí que merece la pena por su importancia histórica en la segunda guerra mundial. En el centro de la población hay varios monumentos referentes a la batalla de Bulge, una de las más importantes de la guerra y un tanque Sherman. Además de esto merece la pena visitar el Museo de la Guerra en las afueras de la ciudad. Es un fabuloso museo con muchísima información y exhibiciones de la Guerra y la batalla que tuvo lugar en la ciudad. Además muy cerca del Museo hay un memorial de las víctimas americanas, una imponente construcción a cuya parte superior se puede subir para disfrutar de vistas sobre la zona. El monumento es el Memorial de Mardasson. La parte superior del monumento es una terraza en forma de círculo con cinco puntas que sobresalen del mismo. La ubicación en medio de la campiña belga y junto al museo nos ofrece un precioso panorama.
El centro del pueblo no tiene demasiado interés pero un paseo alrededor de las callejuelas del centro también nos revela que hay muchos rincones relacionados con la historia de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial.
La Roche-en-Ardenne
La Roche-en-Ardenne es una bonita población en la región de Las Ardenas – muy marcada por su papel en la guerra – de origen medieval y que además parte del Parque Natural Des Deux Ourthes. Llegando al pueblo pasamos por un mirador donde se encuentra un tanque que se ha conservado como recuerdo de la guerra. Desde allí hay unas preciosas vistas a La Roche. Una primera panorámica nos muestra el precioso castillo medieval que corona el pequeño pueblo con la iglesia por debajo y todo ello en un meandro del río que todavía mejora más la vista.
El centro del pueblo es muy agradable para pasear con sus calles empedradas y su colección de comercios, restaurantes y preciosas casitas. Allí encontramos la oficina de turismo donde nos informaron de los principales atractivos de la población y los horarios de visita al museo y al castillo. Pasamos por la iglesia del pueblo, pequeña pero bonita. El interior de la iglesia tiene unas vidrieras bastante interesantes. Junto al río encontramos otro tanque que se ha mantenido como monumento. Y también merece la pena visitar un bonito parque de esculturas que se encuentra en una de las esquinas del pueblo. Además de las esculturas hay una barcaza – al menos el armazón – en medio de un pequeño lago. Y también muchos paneles con abundante información sobre el parque y la localidad. También merece la pena recorrer las orillas del río donde encontramos diferentes rincones muy pintorescos.
Entramos a ver el museo. El museo de la Batalla de las Ardenas es otro museo fabuloso sobre una de las más importantes batallas de la Segunda Guerra Mundial, la batalla de las Ardenas. Es un museo bastante amplio con mucha información sobre la batalla que asoló esta región y en concreto la pequeña población. En el museo se pueden ver muchas recreaciones, objetos e incluso vehículos de la guerra.
Saliendo del museo nos dirigimos a la roca sobre el pueblo, donde se levanta el bonito castillo medieval, la estampa más conocida de la ciudad. El castillo está bastante perjudicado por los destrozos de la guerra y los intensos bombardeos que sufrió. Sin embargo la visita merece la pena, y no solo por el propio castillo sino por las vitas del pueblo y los alrededores, ya que el castillo es un mirador natural excepcional.
Durbuy
Durbuy es un pueblecito pequeño realmente encantador. Tiene el aire de muchos pueblos franceses que hemos visto en diferentes zonas de Francia y está exquisitamente mantenido. Todas as casitas de piedra, los jardines, los puentes sobre el río, la iglesia, el castillo, las coquetas tiendas… forman un conjunto idílico, un pueblo de postal realmente. Y es que incluso la naturaleza acompaña. Situado en la campiña valona, el anticlinal de Durbuy – una formación rocosa en forma de protuberancia – y el propio río no hacen sino añadir belleza al pueblo. Además en todos los folletos y en el propio pueblo hacen mención a que el pequeño enclave tiene carácter de ciudad, que se ganó por su prestigio en tiempos pasados.
El mayor atractivo del pueblo son sus callejuelas que discurren desde el río hacia la plaza principal y la iglesia. Merece la pena pasear por cada una de ellas, porque hay una serie de rincones realmente fabulosos, pintorescos y dignos de fotografiar. Es un pueblo encantador. Junto al río y con vistas al castillo hay un precioso jardín donde diferentes plantas y setos se han cortado a modo de esculturas realmente originales y de un tamaño importante. El castillo no se puede visitar así que hay que conformarse con verlo desde los jardines o desde otros puntos a la orilla del río.
Además de hacer una ruta por libre por el pequeño casco antiguo nos acercamos a la oficina de turismo en la plaza principal donde nos señalaron varias rutas temáticas por la ciudad y sus alrededores. Seguimos una ruta a orillas del río, donde realmente se puede disfrutar de una paz y una tranquilidad fabulosas.
Lugares de interés: