La capital eslovena es una ciudad bastante pequeña – unos 300.000 habitantes -, pero es una de las ciudades más bonitas de Europa. Aunque pequeña, alberga un encanto que hoy en día se puede encontrar en pocas ciudades del viejo continente. Su casco antiguo, entre el río y el castillo, completamente peatonal, es una verdadera delicia. Ubicada en el centro de Eslovenia, a orillas del río Ljubljanica, es un destino perfecto para una escapada o para completar un viaja a cualquiera de los fabulosos destinos que se encuentran a un par de horas de viaje. Y es que su situación entre Italia, Austria y Croacia hace de la ciudad un destino que pilla muy a mano de todo. Nosotros sin embargo vamos a pasar un fin de semana largo de tres días, tiempo suficiente para conocer la ciudad, aunque nos quedamos con ganas de más y es que Ljubljana es una de esas ciudades en las que apetece estar, pasear y simplemente dejarse llevar.
DÍA 1:
Volamos a la capital eslovena desde Bilbao muy prontito y para las 12 de la mañana ya estábamos en la ciudad, así que dejamos nuestras pertenencias en un céntrico hotel y salimos a conocer la fabulosa ciudad, que ya en el trayecto desde el hotel nos había dejado pinceladas de su encanto. Lo primero que hicimos fue dirigirnos al castillo que corona una zona verde en el centro de la zona vieja. La visita al castillo de Ljubljana no estuvo mal, pero las vistas desde arriba – uno de los motivos por los que siempre nos gusta visitar estos castillos en zonas altas – no son nada del otro mundo. No se aprecia demasiado bien la zona vieja y la zona nueva no tiene demasiado que ofrecer. También al fondo aparecen los Alpes pero la verdad es que tampoco añaden mucho. Subimos al castillo caminando – también hay un funicular – y en unos 10 minutos llegamos arriba. La entrada al patio del castillo, a varias de sus estancias y a la muralla es gratuita. Sólo tuvimos que pagar para subir a la torre y ver alguna sala más y el museo, pero la verdad es que creo que no merece demasiado la pena. Con lo que ofrece la visita gratuita creo que es más que suficiente.
Comimos en uno de los restaurantes de la zona vieja, a un precio muy similar al que se puede comer en España y una comida de una buena calidad. Tras bajar del castillo y comer lo primero que encontramos fue la monumental y preciosa catedral de San Nicolás. Es un precioso edificio de color crema que destaca por su cúpula verde y sus dos torres gemelas. La entrada es gratuita y es que Ljubljana no está invadida por el turismo y no hay muchos visitantes lo que facilita el acceso a muchos lugares. El interior es precioso con numerosas pinturas en el techo y capillas y muchas obras de arte. Un poco más adelante nos encontramos con la plaza del Ayuntamiento, un edificio bonito pero modesto. En la pequeña plaza que hay a la entrada del mismo pudimos ver una bonita fuente ornamental: la Fuente de los Tres Ríos, una fuente con esculturas de los ríos Sava (el más importante de la antigua Yugoslavia), el Krka y el Ljubljanica. Todos los edificios que vamos encontrando son realmente bonitos y el hecho de que toda la zona vieja sea peatonal le confiere un carácter y un encanto realmente especiales.
Las calles alrededor de la catedral y del ayuntamiento hasta el río son preciosas y paseamos por ellas pasando por los pintorescos arcos del mercado, vacíos a la hora a la que llegamos. Pasamos por uno de los muchos puentes que cruzan el precioso río, el Mesarski, un puente con unas secciones transparentes que permiten ver el río bajo nuestros pies. Desde aquí por el otro lado del río llegamos hasta otra preciosa plaza, la Preseren, un espacio peatonal circular donde lo que más destaca es la colorida fachada de la iglesia franciscana. Toda la plaza está rodeada de preciosos edificios y en una de las esquinas hay un modelo a escala de la ciudad vieja de Ljubljana en metal. La plaza es preciosa. Y en el otro extremo está el Triple Puente, el Tromostovje, que es muy curioso porque consta de tres puentes muy próximos, uno central más amplio y dos laterales más estrechos. Entramos en la iglesia franciscana, que aunque interesante no es comparable con la catedral.
Desde allí recorrimos el río hacia el sur por las dos orillas, pasando por los diferentes puentes que encontramos en la zona vieja. Este paseo por el río es realmente maravilloso. En pocas ciudades europeas he disfrutado tanto de un paseo por las márgenes de un río. Quizás en Praga encontramos algo comparable, pero recorrer el río con los preciosos edificios que se levantan en las dos orillas es una verdadera maravilla. Llegamos hasta el último puente que pone más o menos fin a la ciudad vieja, el de Hradeckega, y cruzamos a la rivera este del río. Bajamos hasta el parque Spica, una zona verde en la confluencia de dos ríos y muy tranquila. Desde allí retrocedimos por las callejuelas interiores y vimos un par de iglesias más como la de San Jakob y un arco que cruza la carretera uniendo los edificios en Karlovška cesta, otra de las calles que delimita el casco antiguo.
Pasamos por una calle preciosa, la de Gornji hasta llegar a la calle Stari, que comienza en una pintoresca plaza. Esta plaza y la calle son de las más bonitas y es que todos los edificios son preciosos, es como pasear por una ciudad de cuento. Es también una zona muy comercial con los bajos de los edificios repletos de todo tipo de comercios. Así volvimos a llegar de nuevo a la zona de la catedral y recorrimos el trozo de río que nos quedaba hacia el este, hasta llegar al puente de los Dragones - Zmajski most -, que es el símbolo de la ciudad de Ljubljana. No es un puente espectacular pero en ambos lados hay dos estatuas de unos dragones muy característicos. Este puente delimita la ciudad vieja por esta parte y se sitúa junto a la Facultad de Derecho.
Y con esto terminamos el día. Es cierto que nos tomamos los paseos con calma pero la verdad es que es una ciudad por la que da gusto caminar. Todo el casco antiguo es una delicia. Cenamos algo en uno de los restaurantes que encontramos y dimos un paseo nocturno por la ciudad para disfrutar de la iluminación de los edificios y nos retiramos al hotel.
DÍA 2:
Comenzamos el día visitando el Mercado central y el mercado al aire libre. Son dos mercados en dos espacios diferentes pero muy cercanos entre sí. En la plaza Vodnikov encontramos el mercado más grande con numerosos puestos de fruta, verdura, flores y ropa. En la cercana plaza Pogačarnev encontramos otro mercado más pequeño donde pudimos ver y probar algunos productos típicos como el queso, miel o las salchichas eslovenas. Es un sitio interesante para dar unas vueltas y seguro que ves algo que te puede interesar.
Tras la visita al mercado nos dedicamos a callejear por la orilla norte del río, donde hay también una pequeña parte de ciudad antigua que no habíamos visitado el día pasado. Paseamos por la calle Trubarjeva al norte del río descubriendo más tiendas y preciosas casas y tras pasar por la plaza Preseren de nuevo hicimos un rodeo para llegar hasta la plaza Kongresni, una amplia explanada rodeada por monumentales edificios como la universidad de la ciudad y con buenas vistas sobre la fortaleza en la cima de la colina. Muy bonita es la fachada de la iglesia de las Ursulinas en uno de los extremos de la plaza. Seguimos caminando hasta la plaza de la República, otra enorme explanada rodeada de edificios sin demasiado interés.
Seguimos de camino hacia el parque Tivoli, uno de los pulmones verdes dela ciudad y de camino pasamos por algunos de los edificios más opulentos de la ciudad, como la Ópera, o el Museo Arqueológico, de Arte Moderno y otra iglesia monumental cuyo interior pudimos visitar. Esta zona, ya fuera del casco antiguo no tiene tanto encanto pero los edificios merecen la pena, además que nos pillaban de paso hacia el Tivoli. También subimos a un bar situado en el último piso del edificio Nebotičnik, un histórico rascacielos que fue el edificio más alto de la antigua Yugoslavia durante muchos años, a pesar de solo tener 13 plantas. La vista desde la terraza del bar merece mucho la pena, más que la que ofrece el mismo castillo. Porque aquí además de ver parte del casco antiguo ves el propio castillo sobre la colina.
Llegamos finalmente al Tívoli, cinco kilómetros cuadrados de oasis verde sobre la colina Roznik. Allí pudimos ver el edificio de Internacional de Artes Gráficas, y una exposición fotográfica al aire libre a lo largo de uno de los paseos del parque, el paseo Jakopic. El parque es un lugar muy agradable para pasear. También vimos un estanque en el parque y aprovechamos para comer algo por allí.
Y volvimos al centro porque queríamos hacer un pequeño paseo en barco por el río. Del edificio del mercado, tomamos un barquito de madera que nos llevó por el río. Desde allí se puede disfrutar de una perspectiva diferente de los monumentos y casas, disfrutando de la tranquilidad de la capital eslovena. Pasamos entre otros por los Tres puentes, el puente de los Dragones, la iglesia de los Franciscanos, y muy cerca del castillo, que pudimos contemplar desde el río. El paseo no nos llevó mucho pero fue muy agradable.
Y para terminar este segundo día nos desplazamos a un lugar muy diferente: Metelkova Mesto. Se trata de un antiguo cuartel del ejército yugoslavo, que fue ocupado en los años 90 y que hoy en día se dedica a ser la expresión de diferentes formas de arte, música en vivo y además disfruta de una animada vida nocturna muy bohemia. Los edificios están completamente cubiertos de arte callejero y puedes pasear por algunos sitios que son verdaderas galerías de arte. Todo el complejo rezuma un ambiente artístico muy interesante. Es una especia de Christiania – Copenhague – pero más focalizado en el arte y más seguro. No hay problema en sacar fotos y es una visita diferente que contrasta mucho con la ciudad de cuento que acabábamos de dejar. Además por la tarde está muy animado. Antes de llegar a Ljubljana teníamos dudas sobre la seguridad de esta zona por lo que preguntamos en la oficina de turismo y nos confirmaron que tal y como pudimos comprobar personalmente es un sitio totalmente seguro para darse una vuelta.
Y tras pasear por allí volvimos de nuevo al centro histórico para terminar el día. El centro histórico, además de sus preciosos edificios, plazas y tiendas, es un lugar muy animado, especialmente el sábado por la tarde-noche, así que estuvimos disfrutando del ambiente paseando mientras anochecía y nos sentamos a tomar una cerveza eslovena en una de las numerosas terrazas que hay a lo largo de las orillas del río. Es una ciudad con un ambiente acogedor, como de pueblo. Y allí mismo cenamos algo antes de volver a hotel. Y con esto la verdad es que habíamos visto todo lo que queríamos ver de la ciudad. Aunque hay diferentes museos no nos llamó ninguno especialmente la atención y preferimos pasear sin rumbo y disfrutar sin prisas del casco antiguo.
DÍA 3:
Como ya teníamos vista la ciudad pero disponíamos de una última mañana – el vuelo de vuelta salía a las seis y media de la tarde – decidimos hacer una excursión para aprovechar la última mañana. La verdad es que también podíamos haber dedicado esa mañana a pasear por la ciudad porque repito, es un lugar maravilloso, relajado y de cuento para simplemente disfrutar caminando. No obstante nos pudieron más las ganas de ver algo nuevo ya que disponíamos de toda la mañana y decidimos ir hasta el lago Bled.
El lago Bled es un precioso lago glaciar en los Alpes Julianos y situado a poco más de una hora en autobús de la capital. También se puede llegar en tren pero nos pillaba mejor el autobús. Así que tomamos el primer bus de la mañana para poder disfrutar del lago. Cuando llegamos nos encantó el verde de sus aguas con su pintoresca isla en el centro y el castillo en un promontorio rocoso junto al pueblo. Sólo teníamos la mañana antes de coger el bus de vuelta así que fuimos un poco a la carrera para poder hacer las dos visitas principales del lago: subir al castillo y visitar el islote que hay en el centro con su pintoresca iglesia.
Según llegamos dimos una pequeña vuelta por el pueblo, que aun siendo bonito tampoco tiene mucho que ver y subimos caminando al castillo. Para acceder al castillo hay que pagar una entrada no demasiado barata por cierto – 11 euros cuando fuimos nosotros -. Entramos en el castillo por una puerta de la muralla que daba acceso al patio interior. Ya desde este patio se abre una vista preciosa pero que mejorara desde el piso superior. Subimos por unas escaleras y llegamos al patio principal del castillo. Allí se pueden ver unos preciosos edificios medievales con sus tejados rojizos. Visitamos el museo etnográfico que se encuentra en uno de los edificios y una capilla pero sin duda lo más interesante son las vistas. Hacia un lado se ve el pueblo de Bled desde donde habíamos subido y por el otro lado la vista es idílica con el islote y su iglesia en el medio de las aguas turquesas del lago, con el idílico fondo de los Alpes.
Tras la visita del castillo, bajamos de nuevo al lago con la intención de visitar el islote y la iglesia. Para llegar allí hay dos opciones: unas embarcaciones en las que te llevan tipo góndola muy pintorescas o alquilar tú mismo un bote de remos y llegar por tus propios medios. Las embarcaciones a motor están prohibidas en el lago. Así que como no andábamos muy bien de tiempo escogimos la primera opción, aunque nos hubiese gustado probar con los remos. La estampa de la isla con la iglesia coronándola en medio de las aguas verdes del lago es realmente preciosa. El viaje es bastante corto y una vez en el embarcadero de la isla hay que subir bastantes escaleras para llegar a la iglesia. Y no son unas escaleras estrechas sino unas amplísimas escaleras dignas del acceso a cualquier castillo o catedral. Es como una amplia avenida de escaleras que desciende hasta el lago desde la iglesia. Lo bueno de subir esas escaleras es que ganas una cierta altura que mejora mucho la vista del lago. Las vistas hacia el castillo en el que habíamos estado también son preciosas. Además de la iglesia hay un par de edificios en un pequeño jardín. Dice la leyenda que tocando la campana de la iglesia puedes pedir un deseo.
Desde el embarcadero subimos al que dicen que es el mejor mirador sobre el lago y la isla, el de Ojstrica. La ruta es sencilla y corta, no nos llevó más que una media hora de subida, pero la verdad es que está muy mal indicada por lo que conviene llevar en el GPS un mapa de la ruta. En la parte superior hay un banco para disfrutar del merecido descanso y de una vista gloriosa, mucho mejor que la del castillo. Sin entretenernos demasiado pues teníamos miedo de perder el autobús bajamos del mirador. Deshicimos el paseo desde el embarcadero hasta el pueblo – otra media hora a buen paso - disfrutando de la maravillosa vista del lago y el castillo hasta nuestro regreso. Ya en el pueblo comimos algo muy rápido y sin tiempo para más tomamos el autobús de vuelta a la capital eslovena, para desde allí seguir hacia el aeropuerto y volver a casa. Así terminamos el viaje y desde luego nos quedamos prendados de la belleza de Ljubljana, una de las ciudades más maravillosas de Europa pese a su reducido tamaño.
Puntos de interés: