Tres días en Edimburgo
La capital escocesa es una preciosa ciudad patrimonio de la Humanidad que cuenta con una monumental zona histórica donde destaca su castillo y catedral así como un pintoresco trazado de calles medievales que la hacen ideal para una escapada de unos pocos días. Además de la zona antigua, la parte más nueva de la ciudad y el distrito portuario de Leith ofrecen numerosos atractivos para el visitante.
Edimburgo es una de las ciudades más pintorescas y bellas de Europa. Es una ciudad muy compacta, al menos en lo que a puntos de interés turístico se refiere. El centro de Edimburgo es lo suficientemente pequeño para explorarlo a pie, que es, con mucho, la mejor manera de llegar a conocerlo. Edimburgo está muy bien comunicado con España. Un corto vuelo nos dejó en su aeropuerto y desde allí un taxi nos llevó hasta nuestro hotel ya de noche, situado en la zona portuaria de Leith. Así empezamos nuestra escapada a esta maravillosa ciudad.
DÍA 1:
Desayunamos en el hotel y tomamos un autobús que nos dejó en el centro. Simplemente el viaje en autobús desde Leith al centro ya nos dejó entrever que estábamos en una ciudad preciosa y con mucho carácter, y eso que la ruta del autobús no discurría por los lugares más emblemáticos de la capital. Nos bajamos muy cerquita de Calton Hill, una pequeña colina en el centro de la ciudad que ofrece algunas de las mejores y más conocidas vistas de la ciudad. Calton Hill se eleva en el extremo este de Princes Street – una de las calles principales - y allí pudimos ver una colección bastante curiosa de edificios y monumentos. Sin embargo como ya hemos dicho su principal atractivo es la magnífica vista panorámica que ofrece, incluyendo prácticamente la totalidad de Edimburgo. Y para mejorar un poco más las excelentes vistas subimos los 143 escalones en espiral hasta la parte superior del monumento a Nelson, una especie de faro en la cima de la colina. Desde aquí se puede ver una zona bastante amplia. En el lado sur de Calton Hill vimos el edificio de la Escuela Secundaria Real, construida en un estilo griego clásico.
También aquí pudimos ver el Observatorio de la Ciudad, con el monumento Playfair en una esquina. Es el edificio más grande de la colina. Tal vez la más extraña de las estructuras en la parte superior de la colina de Calton es el Monumento Nacional parecido a la fachada del Partenón, sólo formado por unas columnas aisladas de las demás construcciones. Y sin duda la construcción más pintoresca es el monumento a Dugald Stewart, una especie de jaula cilíndrica con columnas tipo griego que formaban un buen primer plano de una foto del skyline de la ciudad.
Anduvimos un buen rato paseando por esta pequeña pero interesante colina antes de bajar a Princess Street. En esta calle comenzamos a caminar y encontramos dos preciosos edificios: el hotel Balmoral que con su icónica torre de reloj es uno de los símbolos dela ciudad y el Archivist's Garden. La bulliciosa Princess Street es la principal vía de la ciudad nueva de Edimburgo. Tiene una extensión de casi un kilómetro y medio y está repleta de coloridos jardines y elegantes tiendas. A medida que avanzamos la calle no tiene prácticamente ningún edificio en el lado sur, lo que permite vistas panorámicas de la ciudad vieja, el castillo de Edimburgo, y el pequeño valle que hay entre ambos.
Muy cerca del Balmoral encontramos el monumento de de Sir Walter Scott, una especie de espira sostenida por una estructura cuadrangular. Pudimos subir hasta su parte superior mediante una estrecha escalera para obtener buenas vistas. Aquí la calle se convierte en un parque, los jardines de Princess Street Gardens que albergan el Ross Band stand (un teatro al aire libre), un monumento de guerra a los soldados estadounidenses de ascendencia escocesa y un reloj floral, junto con otras atracciones.
Dos de las principales galerías de arte de Escocia, la Real Academia Escocesa y la Galería Nacional de Escocia, se encuentran justo aquí. Los jardines son un lugar muy agradable para pasear y disfrutar de espectaculares vistas del castillo desde abajo. Y al final del parque encontramos dos iglesias, la de St Cuthbert y la de St John, a la que pudimos entrar para ver su interior. Desde aquí retrocedimos hasta el bonito edificio de la galería de arte escocesa para subir hasta el castillo. Accedimos por la calle The Mound hasta la famosa Royal Mile y accedimos a la explanada del castillo. Una amplia zona que se usa para el festival de gaitas que se celebra todos los años da paso a la entrada del castillo, a donde accedimos tras pagar la entrada.
El Castillo de Edimburgo realmente es un magnífico conjunto de edificios históricos. Ocupa la cumbre de un promontorio de roca volcánica que se eleva unos 80m por encima de la ciudad. Lo que pudimos visitar es una serie de edificios que datan de diferentes períodos de tiempo, además de disfrutar de espectaculares miradores. El Palacio Real es uno de los edificios más bonitos. La batería Argyle es un muro fortificado con una vista espectacular hacia el norte más allá de la Ciudad Nueva, y dominada por 6 cañones. Otro de los edificios que pudimos ver, la casa del Gobernador -con elementos en estilo flamenco-, sólo se puede ver por fuera. La capilla de Santa Margarita es el edificio más antiguo existente en el castillo y aquí vimos una bonita vidriera. También visitamos el Scottish National War Memorial construido después de la Primera Guerra Mundial y el Museo Nacional de la Guerra de Escocia. Este museo es bastante interesante así como el edifico que lo alberga. Pasamos casi tres horas visitando los diferentes edificios. La verdad es que es una visita muy recomendable y casi obligada en la ciudad.
Tras salir del castillo comimos algo en un puesto de comida rápida y nos dispusimos a recorrer la Royal Mile, otra de las calles emblemáticas de Edimburgo y que es la que desemboca en el castillo. La Royal Mile es la unión de cuatro antiguas calles que formaban la principal vía del Edimburgo medieval, y une el castillo con el palacio de Holyroodhouse en el otro extremo. Esta calle tiene 1814 metros, longitud que da origen a la milla escocesa, una particular medida diferente a la milla oficial. Toda la calle es preciosa, las casas que se levantan a ambos lados de la misma, de piedra, son realmente bonitas. Según fuimos avanzando no nos cansamos de sacar fotos, porque cada rincón nos parecía más pintoresco que el anterior. Nada más salir del castillo está el Scotch Whisky Heritage Centre dedicado a la bebida nacional de Escocia. No entramos a verlo pero seguro que es interesante para los amantes del whisky.
Justo a lado, The Hub, una antigua iglesia reconvertida a centro de congresos y exposiciones tiene la torre más alta de la ciudad. Seguimos caminando y uno de los tramos más bonitos de la Royal Mile nos lleva hasta el bonito edificio del tribunal Supremo y poco después a la catedral de St Giles.
La catedral de St Giles tiene unas hermosas vidrieras en su interior y un impresionante órgano. Seguimos caminando contemplando los preciosos edificios de piedra que se suceden en la calle y donde no pueden faltar las típicas cabinas de teléfono británicas. Así llegamos hasta el Royal Mile Market en un edificio que parece una iglesia y justo enfrente vimos una calle en curva baja por la colina, la Cockburn Street, una de las más pintorescas de la ciudad.
Cruzando la North Bridge seguimos descendiendo por la Royal Mile y llegamos a la casa más antigua y encantadora de la ciudad, la casa de John Knox. Por fuera está en una esquina realmente pintoresca con unas formas muy características y con un claro estilo medieval. El interior de la John Knox House se ha convertido en un museo que muestra diversos recuerdos de la vida cotidiana de la época. Entramos a visitarla por curiosidad. Es una visita rápida e interesante, donde pudimos ver diferentes objetos de John Knox, uno de los fundadores de la iglesia presbiteriana. Poco después la calle deja de estar empedrada y los edificios dejan de ser tan bonitos. A lo largo de la Royal Mile nos desviamos en varias ocasiones para ver algunos de los ‘Closes’, callejones estrechos especialmente siniestros por la noche. Hay incluso tours nocturnos que te llevan por algunos de estos callejones relacionados con asesinatos y demás…
En cualquier caso, seguimos caminando y llegamos al moderno edificio del parlamento escocés, con una agradable zona verde y de jardines y justo en frente la entrada al monumental palacio de Holyroodhouse. Estuvimos paseando por la zona, a los pies de Arthur’s Seat, la colina que se eleva justo al lado pero que ya dejamos para el día siguiente, para subir con más luz. Volvimos hacia el centro callejeando entre Cowgate y la Royal Mile simplemente dejándonos llevar por las callejuelas y edificios que más nos gustaban. Y así llegamos a Victoria Street, una calle realmente curiosa y pintoresca. Es una calle adoquinada que se curva de una manera muy pintoresca y que sube desde el Grassmarket a North Bridge, creando una de las típicas estampas de la ciudad de Edimburgo. Con su arquitectura histórica, elegante curvatura y sus fachadas de las tiendas de colores es una de las más icónicas localizaciones de la ciudad. Es una estampa que ya habíamos visto en muchos folletos turísticos.
Y muy cerca llegamos a la zona de Grassmarket. Es una zona muy animada repleta de animados pubs y tiendas originales. Su arquitectura medieval, sus impresionantes vistas al castillo y su ambiente hacían que estuviese a rebosar a última hora de la tarde – era fin de semana -. En el lado norte de la plaza se encuentra The White Hart Inn, un edificio muy destacado. Estuvimos aseando por la zona y fotografiando algunas de las casas y ya aprovechamos para cenar algo por allí mismo. Había sido un día muy intenso y tras la cena nos dirigimos a la parada del bus que nos llevó de nuevo al hotel en la zona de Leith.
DÍA 2:
Tras desayunar volvimos a tomar el autobús para llegar al centro y dirigirnos a Arthur Seat. Se trata de un volcán inactivo situado en Holyrood Park muy cerca de la Royal Mile. Subimos hasta sus 251m de altura sobre el nivel del mar para disfrutar de una excelente vista de la ciudad.
Accedimos a la cima desde las laderas orientales, junto al Parlamento que habíamos visitado el día anterior. Una agradable red de senderos de hierba te llevan hacia la cumbre, a la que accedemos por escalones de piedra. Sin embargo, Arthur's Seat no es el mejor lugar en el parque para disfrutar de las mejores vistas de Edimburgo. Para ello subimos a la cima de los Salisbury Crags. Aunque de menor altitud, la cercanía de los riscos a gran parte de la ciudad hace que la vista sea mejor desde aquí. Y todo ello es un precioso paseo por la naturaleza que sirvió para empezar el día caminando y disfrutando de unas gloriosas vistas. Es como una especie de paisaje de las Highlands en miniatura.
En el parque de Holyrood también pudimos ver una gran y bien conservada fortaleza y la capilla de St Anthony – sus ruinas realmente - , así como Duddingston Loch - un lago de agua dulce que solo vimos desde lo alto, al sur del promontorio del Arthur Seat. Es una zona natural en el mismo borde del centro de la ciudad. Una gozada pasear por aquí. Tras bajar del fabuloso mirador fuimos a visitar el palacio de Holyroodhouse. El palacio es un magnífico castillo de la piedra típica de Edimburgo a donde se accede por una monumental puerta. Por cierto que desde la subida a Arthur Seat hay una vista preciosa del palacio. La visita al Palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de Su Majestad la Reina en Escocia, nos llevó por los 14 apartamentos históricos, diferentes salones de ceremonias y las ruinas de la abadía de Holyrood. La visita es bastante interesante aunque lo mejor es el propio edifico en sí. Sin embargo sí pudimos ver muebles de época en las diferentes estancias.
Tras salir del palacio vimos la instalación de Our Dynamic Earth, una exposición sobre el origen del universo. No entramos pero el edificio por fuer con una cubierta que simulan unas telas blancas es bastante bonito. Fuimos caminando por la Royal Mile hasta el centro y concretamente nos acercamos a la iglesia de Greyfriars Kirk, que es un hermoso edificio en el extremo sur de la pintoresca Candlemakers Row.
La iglesia es un rincón muy visitado de Edimburgo, pero sobre todo lo que más nos impactó fue el bonito cementerio adyacente, el más antiguo de la ciudad. Los terrenos albergan a un número de famosos escoceses y además de algún mausoleo bastante monumental hay una serie de lápidas y tumbas muy pintorescas que también suelen aparecer en los folletos turísticos. También vimos aquí la estatua de Bobby Greyfriar, el leal Skye Terrier que mantuvo una vigilia 14 años sobre la tumba de su dueño. A pesar de ser un cementerio se trata de un lugar muy pintoresco que bien merece una visita. Pasamos de nuevo por la zona de Grassmarket donde aprovechamos para comer algo y nos dirigimos a Dean Village, una zona muy antigua y curiosa dentro de la ciudad de Edimburgo.
Dean Village es una zona muy pequeña pero que nos recuerda la imagen de un pueblecito de vida apacible, al noroeste de Princes Street. Se encuentra en un barranco boscoso tallado por las aguas serpenteantes del Water of Leith, que fue la fuente de energía para muchas fábricas de harina de Edimburgo, así como tejedores y curtidores. Inscripciones y rótulos de las casas del siglo 17 recuerdan al gremio de los panaderos. También vimos St. Bernard's Well , un manantial encerrado en una contrucción cilíndrica similar a la de Calton Hill, junto al paseo de Leith Walkway, un bonito ejemplo de jardinería clásica. Aquí hay un templo redondo con una estatua de Hygieia. Nos dedicamos a deambular por el puñado de callejuelas que recorren el asentamiento que abraza ambas orillas del río. Molinos convertidos y edificios industriales se alternan con hileras de casas de caballerizas y crean un emplazamiento con un carácter completamente único. Su centro neurálgico es el viejo puente sobre el Water of Leith, al pie de Bell's Brae – la callejuela empedrada que nos conduce al pequeño barrio - y desde aquí se puede iniciar el recorrido para descubrir el barrio. El edificio de Well Court es uno de los puntos culminantes que recorrimos con su impresionante patio y torre de reloj. Sin duda un paseo muy agradable, fue como visitar un pueblecito escocés que nada tuviese que ver con la ciudad.
Y como era pronto aún nos desplazamos a Leith para visitar este distrito portuario que ha sido renovado y hoy en día resulta muy atractivo. El barrio de Leith descansa en las orillas del estuario del río Forth, en la desembocadura del Water of Leith. La zona es famosa por la ubicación de Royal Yacht Britannia, un barco real atracado junto a un centro comercial, el Ocean Terminal. Es posible visitarlo pero ya era tarde así que no pudimos hacerlo ese día. Estuvimos dando un paseo a lo largo del de Water of Leith. Este encantador paseo peatonal bordea el río y emerge en The Shore, una lujosa zona llena de bares y restaurantes. El paseo de Leith, de una milla de largo, une el barrio con el extremo este de Princess Street. Es una gozada caminar junto al río disfrutando de los edificios restaurados y de una zona con mucho encanto. En la zona más cercana al mar hay algunos barcos atracados y un bonito puente de metal desde donde hay preciosas vistas. Fue un paseo muy agradable y ya aprovechamos para cenar en uno de los restaurantes, que resulto ser bastante caro, pero como todo en la ciudad. Edimburgo es una ciudad bastante cara, y los precios al cambio en euros resultan bastante más elevados que en España. Y con esto nos retiramos al hotel a descansar nuestra última noche en la ciudad.
DÍA 3:
Empezamos este último día visitando el barco-museo Britannia, que nos quedaba a tiro de piedra el hotel. Para acceder al impresionante barco – un barco que utilizó la familia real durante 4 décadas – hay que pasar primero por el centro comercial adyacente. Accedimos desde dicho centro comercial con una audioguía disponible en castellano y fuimos recorriendo las diferentes partes del buque. Comenzamos por el puente de mando y seguimos la visita por diferentes salones oficiales, el alojamiento de la tripulación, el dormitorio de la reina, y una de las cosas que más nos gustó: la sala de máquinas. Los objetos que se encuentran a lo largo del recorrido son los originales y es una visita muy interesante. A mí que me encanta los barcos me pareció una visita espectacular porque un barco de época no se puede visitar todos los días y menos recorriendo todas las estancias que recorrimos libremente.
Desde Leith nos dirigimos una vez más en autobús hasta el Museo Nacional de Escocia. Lo hicimos más que nada para ver el edificio por dentro y disfrutar de las maravillosas vistas que ofrece su terraza, Además el museo es gratis por lo que después dela cara entrada al Royal Yatch Britannia nos vino de maravilla. El edificio es espectacular por dentro y por fuera donde un ala moderna se encuentra adosada a un edificio precioso clásico de piedra. Y ya que estábamos echamos un vistazo rápido por la exposición que contiene diferentes muestras sobre diferentes épocas de la historia de Escocia. La verdad es que resultó ser bastante interesante y nos entretuvimos más de lo previsto. En el museo llegamos a ver disecada al a famosa oveja Dolly. El museo se encuentra muy cerca del cementerio de Greyfriars que habíamos visitado el día anterior.
Desde allí nos dirigimos a Rose Street en la zona nueva de la ciudad. Se trata de una calle adoquinada muy animada con multitud de restaurantes y de bares que pese a ser lunes estaba realmente concurrida a la hora de la comida. Aprovechamos a comer algo en uno de los restaurantes de la calle y agotamos nuestras últimas horas de estancia en Edimburgo paseando por los alrededores, por George Street y la mencionada Rose Street donde pudimos ver algún que otro edificio también muy interesante como el Royal Bank of Scotland. Y con esto nos pasamos por el hotel para recoger el equipaje y directos al aeropuerto para regresar a España.
Edimburgo es una de las ciudades europeas más bonitas y más desconocidas. Tiene un aire británico que recuerda a Londres pero posee un encanto especial. Toda su zona vieja y también la nueva está jalonada de señoriales e impresionantes edificios de piedra. Además se puede recorrer a pie, incluso a Leith se puede llegar a pie aunque nosotros lo hicimos en autobús a diario para no perder tiempo. Pero la zona monumental e histórica es muy compacta y un lugar muy agradable para pasear. Lo único que afea un poco este maravilloso paisaje urbano es la presencia de las vías de tren y su estación bajo la ciudad vieja que acaba separándola de la ciudad nueva y creando una barrera arquitectónica que impide que la ciudad sea aún más bonita.
Puntos de interés en Edimburgo: