Por los alrededores de Huesca
Nos escapamos a Huesca y sus alrededores. Una ciudad pequeña pero con mucho encanto y además rodeada de algunas maravillas tanto naturales como monumentales. Desde el fabuloso castillo de Loarre – inmortalizado por Ridley Scott en El Reino de los Cielos – hasta tesoros naturales como los mallos de Riglos o los cañones de la sierra de Guara son algunos de los tesoros que esta región nos puede ofrecer. Eso por supuesto sin contar con el Pirineo, también a tiro de piedra de la capital oscense, aunque en esta escapada no lo visitamos.
DÍA 1:
Llegamos muy pronto a Huesca y tras dejar nuestro equipaje en el hotel que sería nuestra base para los tres próximos días, nos dedicamos a explorar la ciudad. El casco antiguo dela ciudad es bastante pequeño por lo que se recorre muy bien a pie. Nuestra primera parada fue la catedral, un fabuloso edificio con una monumental puerta de entrada en una placita que rezuma tranquilidad y paz. Justo enfrente se encuentra el precioso Ayuntamiento de estilo barroco. La catedral por fuera tiene muchos adornos, como imágenes de la Virgen, el Niño y los Reyes Magos, los escudos de Aragón y Huesca y numerosos santos. Entramos al interior del templo y allí lo que más destaca es el retablo. Junto a la catedral se encuentra el Museo Diocesano que sin embargo no visitamos.
Seguimos callejeando hasta llegar a la plaza de la Universidad. Allí se encuentra el Museo Arqueológico Provincial de Huesca. Encontramos en las cercanías también los restos de la antigua muralla de la ciudad de la que sólo se conserva un pequeño fragmento y una torre. Retrocedimos por el casco antiguo hasta la plaza Lopez Allué, donde se encuentra la oficina de turismo. Allí entramos y recogimos información de la ciudad y los alrededores. La plaza es un sitio muy concurrido con unos edificios muy bonitos y una curiosidad: una tienda de ultramarinos realmente antigua – del siglo XIX – a la que nos asomamos porque es verdaderamente como un museo. Parece que conserva la decoración original y realmente parece que te sumerges en otra época al entrar. En la misma plaza se halla otro de los tesoros de la ciudad: el conjunto románico del monasterio de San Pedro el Viejo. Entramos a visitarlo. Su interior de piedra y el retablo son preciosos. Visitamos también el claustro, con capiteles que reflejan episodios fantásticos y bíblicos y el panteón de los reyes aragoneses donde están enterrados algunos de los más famosos como Alfonso I o Ramiro II.
Salimos del casco antiguo y paseamos un poco por el Parque Miguel Servet donde hay varios monumentos, una réplica de lo que podría ser la casa de Blancanieves… un lugar muy agradable. Y allí cerca también se encuentra el casino de Huesca, un grandioso edificio modernista. Como más o menos habíamos visto lo importante de la ciudad buscamos un lugar donde comer en el casco antiguo y callejeamos un poco más por la zona encontrando alguna que otra iglesia y varios rincones con encanto.
Dejamos Huesca y nos fuimos a visitar uno de los espacios naturales fabulosos que se encuentran a tiro de piedra de la capital. En concreto nos fuimos a visitar el Salto de Roldán. Se trata de dos impresionantes peñascos rocosos que cierran uno a cada lado el cauce del río Flumen como dos impresionantes torres de vigía. Para ello nos desplazamos al pequeño pueblo de Sabayés, situado en una zona de paisaje maravilloso, y uno de esos pueblos que exhuman paz y tranquilidad. En el pueblo hay un centro de interpretación donde nos pudimos informar sobre el lugar y su historia además de algunas curiosidades de la zona. Hay diferentes rutas de senderismo señalizadas en el espacio natural. Nosotros nos decidimos por la que asciende a la Peña de San Miguel, uno de los dos farallones rocosos que se elevan sobre el río. Para ello nos fuimos hasta el aparcamiento señalizado para la ruta. Desde allí parte el sendero que es muy sencillito en su tramo inicial y para el ascenso final a la peña dispone de escaleras, grapas y algunos cables para agarrarnos. No es que sea demasiado complicado pero igual si tienes vértigo no es lo más adecuado. No obstante hacer la parte del sendero inicial también merece la pena. Una vez en la cima vemos los restos de un antiguo castillo, pero lo que más impresiona son las vistas hacia la sierra de Guara. Se aprecia perfectamente el cañón trazado por el río sobre montañas cubiertas de verde que conforman un paisaje espectacular. Las vistas hacia el otro lado del río son también preciosas. La ida y vuelta nos llevó algo más de hora y cuarto, poco precio a pagar por las maravillosas vistas que disfrutamos. Antes de volver a Sabayés seguimos la carretera hasta el mirador habilitado del Salto del Roldán, aunque la vista aparte de ser desde atrás no es muy limpia.
Ya de vuelta a Sabayés paramos en un alto donde parte un camino de tierra que discurre sobre una loma y en unos 800 metros o así nos llevó justo en frente del salto. Es el mejor mirador hacia las dos rocas y el río. La vista frontal es espectacular. Éste si es un fabuloso mirador, y desde la carretera donde dejamos el coche nos llevó nada más que unos 10 minutos llegar hasta el lugar donde la vista es preciosa.
Como todavía teníamos tiempo de hacer algo más nos fuimos hasta el embalse de Vadiello, otro paraje natural precioso donde también hay varias rutas de senderismo. No teníamos tiempo de hacer ninguna pero al menos si de disfrutar del entorno y las vistas. Desde el aparcamiento al final de la carreta seguimos el desvío a la derecha, que nos lleva sobre la propia presa a la otra margen del río. Allí ya hay una bonita vista del embalse. Sin embargo la vista mejora mucho si accedemos por un camino de tierra al peñón que se encuentra justo detrás de nosotros. Es un paseo de nada y la vista desde arriba es maravillosa, con las rocas que se elevan sobre el otro borde del embalse. Volvimos al aparcamiento y desde allí tomamos el desvío de la izquierda. Pasamos por un túnel y el sendero por esta parte pasa por algunos bordes del embalse proporcionando nuevas vistas y perspectivas del mismo. Y ya el día no nos dio para más, tuvimos que volver a Huesca.
DÍA 2:
Tras desayunar en el hotel nos fuimos hacia el norte. De camino al castillo de Loarre paramos en el pequeño pueblo de Bolea. El principal interés de este pueblo es la fabulosa colegiata que se levanta sobre un pequeño alto y ofrece vistas de la comarca. El edificio es maravilloso por fuera, pero además alberga un gran tesoro del gótico en su interior, el retablo. Es un retablo impresionante con muchísimo colorido y unas tallas espectaculares. Detrás de la colegiata un sendero asciende a un mirador desde donde se ve la propia colegiata desde arriba y el caserío del pueblo que se desparrama hacia otro pequeño promontorio situado en el otro extremo del pueblo. Es una bonita vista. Bajamos de nuevo al pueblo y pasamos por la Plaza Mayor y alguna que otra callejuela de camino al coche.
Seguimos nuestra ruta hasta el castillo de Loarre. El castillo te deja sin palabras ya cuando te vas acercando. Y es que no solo se trata de un castillo fabuloso y muy bien conservado sino que su ubicación en un alto completamente aislado es espectacular. No hay construcciones en los alrededores y hasta el parking está convenientemente separado como para no estropear la idílica imagen de la fortaleza. Así que no es de extrañar que el castillo haya aparecido en películas como la que mencionábamos al comienzo del post. Tras pasar por la taquilla nos adentramos en el recinto del castillo pasando bajo un impresionante arco. Aunque hay visitas guiadas nosotros hicimos una visita por nuestra cuenta y pasamos por las diferentes zonas, como las torres, la cripta, o la iglesia que está perfectamente conservada. Los tramos de muralla son también muy interesantes y ofrecen vistas de la llanura sobre la que se levanta la impresionante fortaleza románica. Aunque las vistas desde el interior son preciosas, la mejor foto del castillo se tiene sin duda desde la zona de la cafetería. Desde allí se ve la entrada al castillo y buena parte de su muralla.
Tras la visita al castillo seguimos un poquito más la carretera hacia el norte hasta llegar a los Mallos de Riglos, otro de los espectaculares parajes de la región. Ya en la carretera de acceso al pueblo comenzamos a ver los espectaculares farallones rocosos de tonos anaranjados que se elevan sobre el pequeño pueblo de Riglos. Es una imagen sobrecogedora, y de hecho paramos varias veces en la carretera para sacar fotografías. Llegamos al pueblo donde destaca su bonita iglesia, que parece minúscula tras las rocas que se elevan justo detrás del pueblo. Para conocer el entorno y disfrutar de unas buenas vistas hicimos una pequeña ruta de senderismo, una ruta circular que está perfectamente señalizada. Es una ruta muy sencillita que comienza con un ascenso bastante fuerte pero luego es todo llano y en descenso hasta el final. Rodeamos parte de los mallos que rodean al pueblo y pasamos por algunos miradores fabulosos. Aunque hay otras rutas la verdad es que ésta es muy completa. En la parte más alta hay un mirador, el de Ventuso, que ofrece una vista maravillosa de los mallos con las aguas azules del río Gállego discurriendo hacia el Ebro. Y no es el único mirador fabuloso que nos encontraremos en la ruta. El paseo es realmente interesante y muy gratificante en cuanto a vistas. En total el paseo son unos cinco kilómetro y nos llevó poco más de dos horas. Y ya en el pueblo de nuevo, caminamos un poco a lo largo de un sendero que va paralelo a la vía del tren hacia el norte. Nos llevó a un punto desde donde las vistas de los mallos desde otra perspectiva con el río son también preciosas. Tras llegar al pueblo aprovechamos para dar un pequeño paseo por el pueblo. Desde abajo se ven espectaculares los mallos.
Y tras la visita a los mallos de Riglos nos fuimos a visitar a sus hermanos menores, los mallos de Agüero. Para ello hay que volver a la carretera principal y cruzar al otro lado del río. Desde la carretera de acceso vemos una estampa de los mallos con el pueblo de Agüero a sus pies. Es una versión menor de los mallos de Riglos, con las peñas de un tamaño menor y también de menor extensión, pero también vale la pena darse una vuelta por aquí. Para conocer más de cerca estas formaciones rocosas hicimos otro sendero circular, más corto y menos espectacular que el de Riglos, pero aun así un agradable paseo. Partimos de la parte alta del pueblo donde hay un panel que indica los senderos que se pueden realizar en la zona. El sendero rodea la formación rocosa y es muy sencillito, unos 3 Km en total. La pena es que siempre vamos por abajo y no tenemos vistas aéreas, pero en la última parte, ya de regreso a Riglos, el sendero discurre junto al barranco de la Rabosera a media altura, y esta parte es la más interesante por el paisaje del propio barranco, rodeado por rocas en el lado opuesto.
Y tras dar un paseo por el pequeño pueblo de Agüero, donde vimos su bonita iglesia, iniciamos el camino de regreso a Huesca donde ya cenamos y nos fuimos a descansar al hotel.
DÍA 3:
Este tercer día nos fuimos hacia el sur, hasta el pueblo de Piracés. En general, un paisaje más árido, pero este pueblo alberga dos formaciones rocosas realmente preciosas. Se trata de la Peña Mediodía – la más importante de las dos – y el Abuelo Roque. La Peña Mediodía es una imponente formación rocosa en forma de barco que recibe su nombre por el momento del día en el que se ilumina completamente con el sol. Además albergó una fortaleza musulmana dada su estratégica ubicación. El Abuelo Roque es una formación rocosa en forma de pináculo en las inmediaciones al estilo de los mallos de Riglos pero más pequeña y aislada. Primero nos dirigimos a la Peña Mediodía, junto a la carretera que rodea al pueblo. Dejamos el coche allí mismo e iniciamos el ascenso. Para llegar hasta a parte superior hay que pasar por unas escaleras de madera para superar un primer desnivel y posteriormente para llegar hasta la parte superior se sube por otras escaleras de madera y después se avanza con cuidado por unos escalones tallados en la propia piedra y protegidas con un pasamanos de cuerda. La vista del entorno desde la parte superior es preciosa. Y la imagen del espolón rocoso sacado desde diferentes perspectivas también merece mucho la pena.
Tras visitar la Peña nos encaminamos al abuelo Roque, la otra formación rocosa destacada. Todo el entorno es de una belleza singular. Es un terreno árido con formaciones rocosas con formas sugerentes y muy poca vegetación pero realmente bonito. Para llegar al Abuelo Roque que se puede ver perfectamente desde la carretera hay que andar un poquito. Dejamos el coche en una especie de parada habilitada en la carretera donde hay unos paneles indicativos. La ruta es obvia ya que se ve nuestro destino desde el principio. Hay que bajar por un camino hasta un barranco donde hay muchos olivos y después hacer un corto ascenso hasta la formación rocosa. Al llegar allí solo se puede disfrutar de vistas ya que a este peñasco no se puede ascender. De todas formas la ruta para disfrutar del Abuelo Roque es muy aconsejable y nos permite obtener buenas vistas de esta zona y del propio peñasco.
Tras la visita a Piracés nos fuimos al norte a pasar el resto del día en la sierra de Guara, un espacio con paisaje prepirenaico precioso, y especialmente conocido por sus cañones. De hecho ya conocíamos de otra excursión uno de sus pueblos, uno de los pueblos más bonitos de Huesca y de España, Alquezar. Esta vez visitamos la parte sur dela sierra, un verdadero paraíso para los deportes de aventura como el barranquismo y el senderismo. Primero visitamos Bierge. Allí vimos el Salto de Bierge, un salto de agua que en verano es utilizado como zona de baño. El lugar en sí ya merece la pena una visita y es que a pesar de ser un salto de agua artificial creado por una presa está tan bien integrado en el medio natural que parece que es realmente una cascada creada por la naturaleza. En cualquier caso, desde allí hicimos una sencilla y muy agradable ruta hasta visitar la Fuente de Tamara. Es una ruta no muy larga – hora y cuarto de ida - y sencilla que nos ofrece unos paisajes realmente maravillosos. Partiendo del salto del Bierge el sendero recorre el cauce del río por la parte alta con unas vistas fabulosas durante gran parte del trayecto. También se puede ver durante el recorrido una formación rocosa conocida como Huevo de Morrano, que es una especie de mallo aislado bastante pintoresco. Y casi llegando a la fuente vemos el Estrecho de los Fornazos, una parte bastante angosta del barranco que es realmente fotogénica. La Fuente de la Tamara es una piscina de aguas esmeraldas en un entorno natural idílico. Este es otro lugar para pegarse un buen baño, siempre que haga calor porque la temperatura del agua es bastante fresquita incluso en verano.
Dejamos Bierge y seguimos hacia el norte avanzando por estrechas carreteras cada vez a través de un entorno más verde y montañoso y llegamos a Rodellar, un pequeño pueblo situado en la parte superior del barranco que forma el río. Desde allí hay preciosas vistas hacia el cañón. Y para empaparnos más del precioso paisaje hicimos otra sencilla ruta hasta la Ermita de la Virgen del Castillo. Es una ruta muy agradable y nos lleva a una antigua ermita situada en la pared de un barranco sobre el río con unas vistas preciosas. Las vistas durante buena parte del trayecto son también maravillosas. Siguiendo el consejo de uno de los vecinos del pueblo tras la ermita nos acercamos a un mirador situado un poco más arriba de la ermita. La vista desde allí se abre más y es preciosa. Regresamos por el mismo camino y volvimos al pueblo, sin ya tiempo para más, después de un día fabuloso. La verdad es que la Sierra de Guara tiene un montón de posibilidades para disfrutar de la naturaleza y podría ser un buen destino para un viaje completo de varios días. Regresamos a Huesca a pasar nuestra última noche.
Se puede ascender a un mirador del valle del Mascún situado detrás de la ermita y al norte de la misma. También se puede acceder con precaución a un saliente rocoso situado más alto que la ermita y al nordeste de la misma para tomas alguna imagen de esta y del fondo de las rocas erosionadas que emergen al fondo del valle.
DÍA 4:
Este último día dejamos ya Huesca e iniciamos el regreso a casa. Pero eso no quiere decir que no íbamos a aprovechar el día para hacer algunas paradas en nuestro viaje de vuelta. De hecho dimos una vuelta importante en lugar de retomar nuestro camino de regreso directamente. Primero hicimos una breve parada para visitar una de las joyas arquitectónicas de la comarca, la iglesia de San Miguel de Foces, en Ibieca. Es una iglesia que se encuentra completamente aislada en el campo y si por fuera ya tiene una arquitectura preciosa en su interior alberga unas pinturas murales del siglo XIV que hacen que la visita valga la pena. No en vano la iglesia es un monumento nacional.
Tras la corta pero interesante parada nos dirigimos a Aínsa, uno de los pueblos más bonitos del Pirineo. El pueblo es un magnífico ejemplo del urbanismo medieval. Aínsa es un lugar muy pintoresco, que ha conservado su encanto desde los tiempos antiguos. El casco histórico de la villa está formado por un grupo de casas que se combinan en la más armoniosa de las formas. Tras dejar el coche fuera de la muralla nos adentramos por las callejuelas, donde destaca la esbelta torre de la colegiata. La Plaza Mayor, una amplia plaza adoquinada, está rodeada de casas adosadas con arcadas de piedra marrón. Es quizás el lugar con más encanto del pueblo. Las murallas que rodeaban hace siglos la ciudad se mantienen casi intactas hoy en día y permiten contemplar bonitas panorámicas del conjunto medieval. Al lado de la plaza está la iglesia románica de Santa María, cuya torre domina toda la ciudad. Hacia el noreste del centro de la ciudad se encuentra la ciudadela. Aunque es un pueblo pequeño es un placer pasear por sus calles en un ambiente tranquilo y relajante.
Tras Aínsa pasamos por Boltaña, un pueblo cuyo principal atractivo es el castillo. De la parte alta del pueblo parte un sendero en ascenso hasta llegar al castillo, o sus ruinas mejor dicho. Las ruinas no son especialmente interesantes pero desde la terraza superior del castillo hay unas vistas fabulosas hacia el Pirineo y toda la zona circundante. Durante el ascenso pasamos también por una ermita, la ermita de Santa Lucía. En resumen, un paseo muy agradable para disfrutar de unas vistas fabulosas desde el sur de los Pirineos.
Seguimos nuestro camino de regreso y tras pasar Jaca nos dirigimos al monasterio de San Juan de la Peña. El monasterio se encuentra cobijado debajo de un enorme peñasco en un área protegida que ha sido declarado Monumento Natural. El edificio que podemos ver hoy es en realidad la suma de diferentes edificios, construidos en diferentes momentos para diferentes propósitos. La mayor parte del edificio se muy antigua. Detrás de la puerta de acceso y descendiendo unas escaleras llegamos a la llamada Sala del Consejo. La parte más antigua del edificio es la iglesia inferior, de estilo mozárabe. Después visitamos uno de los principales atractivos del monasterio, que es el Panteón de los Nobles, en el que se pueden ver dos filas de nichos funerarios. Pasamos a la iglesia superior –románica- que se encuentra por encima de la baja o mozárabe. Se ubica resguardada bajo la roca de la montaña que sirve de refugio natural al monasterio. Una puerta de estilo mozárabe nos llevó de la iglesia al claustro, la verdadera joya de San Juan de la Peña, y su parte más encantadora y fotogénica. Desde el claustro abierto, se puede observar el exterior del monasterio. Tras la visita, siguiendo la carretera desde el monasterio hasta la cima de la montaña llegamos al nuevo monasterio de San Juan – que solo vimos por fuera - y a un área natural protegida. Caminamos y llegamos al Balcón de los Pirineos, un gran mirador con una magnífica panorámica de la cordillera de los Pirineos en la distancia. Y ya bajando de la montaña, en Santa Cruz de la Serós, un pequeño pueblo al pie de la misma donde se encuentra el monasterio, visitamosla pintoresca iglesia de Santa María.
Y con esto dimos por concluido el viaje e iniciamos el viaje de regreso, pasando por el pantano de Yesa. Aunque la carretera tiene infinidad de curvas ver el atardecer sobre el pantano deja unas estampas inolvidables, como colofón a esta fabulosa escapada por los alrededores de la capital oscense.
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