Seguimos nuestro viaje por Córcega , continuación de nuestro relato de viaje por la parte norte de la isla. En esta ocasión os contamos qué hicimos en la parte sur donde disfrutamos de paradisíacas playas, pero también de montaña y de uno de los más bonitos pueblos de la isla: Bonifacio. Para recorrer esta parte de la isla nos alojamos en un pueblo de montaña: Petreto-Bischisano, que nos pillaba a mano de la zona sur de la costa y del interior montañoso.
DÍA 10:
Nuestra primera excursión desde el sur fue a uno de los lugares más emblemáticos de la isla: las Calanques de Piana. Las formaciones rocosas graníticas conocidas como Calanques de Piana cuentan con cambios de color sensacionales de oro a rosado a rojo brillante, dependiendo de la hora del día. Para verlas lo mejor es hacer alguna ruta de senderismo, pero también recorrimos el tramo de la carretera D81 que las atraviesa. Paramos en muchos lugares para disfrutar de las maravillosas formas de las rocas. La carretera es realmente estrecha por lo que el avance se hace lento, lo cual es una ventaja al bajar del coche y hacer fotografías. Hay que parar en algunas pequeñas zonas habilitadas o simplemente en pequeños ensanchamientos de la estrecha carretera. Es una de las carreteras más escénicas de Francia. No en vano, las Calanques son un Sitio Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Ya al final del tramo de carretera paramos en una formación muy característica, la Tete de Chien, que recuerda perfectamente a la cabeza de un perro. Desde allí hicimos un sendero de una media hora hasta el Chateau Fort, una enorme roca naranja sobre el mar con unas vistas impresionantes hacia Porto y hacia el sur. El sitio es impresionante. Recuerda en cierta manera al Púlpito de Noruega. Allí nos juntamos un buen grupo de excursionistas y disfrutamos tranquilamente de las vistas en todas direcciones, en un lugar realmente magnífico.
Tras recorrer la carretera de nuevo en dirección a Piana, hicimos el sendero más característico para conocer la zona, que es el que parte del campo de fútbol de la localidad de Piana. Es el “sentier des muletiers”. Comenzamos con un fuerte repecho en zig-zag hasta alcanzar la parte superior del sendero, donde ya se disfruta de fabulosas vistas. A lo largo del recorrido las vistas son fabulosas, de las rocas, el mar y la pequeña carreta discurriendo a unos cien metros por debajo de nuestro recorrido. Al final el sendero baja hasta un bar situado en la carretera, por donde ya habíamos pasado antes. Así que no descendimos del todo y bajamos de nuevo hasta el campo de fútbol. Ida y vuelta el camino nos llevó como una hora y poco. Es una ruta imprescindible para conocer las Calanques.
Después de ver las Calanques paramos en el pueblo de Piana, que está reconocido como uno de los más bonitos de Francia. Supongo que será por la fabulosa ubicación del pueblo junto al monumento natural de las Calanques, porque el pueblo en sí no tiene mucho que ver. Dimos una vuelta por sus callejuelas viendo su iglesia y recogimos unos folletos de la Oficina de Turismo y seguimos nuestro camino. Tomamos la carretera en dirección a la playa de Arone. Pero antes de llegar a la playa paramos en un par de miradores y nos detuvimos en Capo Rosso, para hacer una fabulosa caminata que contamos aquí. Una gran caminata (4 horas ida y vuelta) desde el borde de la carretera nos llevó a Capo Rosso, el punto más occidental de la isla.
Y ya después de la fabulosa ruta costera llegamos a la playa de Arone, una preciosa playa en una bahía protegida de arena fina y aguas azules maravillosa. La playa es completamente salvaje y tras un día de mucha caminata con el calor que hacía no pudimos resistirnos a darnos un baño a última hora. Desde aquí iniciamos el largo regreso hasta Petreto.
DÍA 11:
Comenzamos el nuevo día visitando la ciudad de Ajaccio, la más importante de la isla. No obstante estamos hablando de una ciudad de unos 70000 habitantes, pero es que en Córcega no hay ciudades más grandes, afortunadamente. Ajaccio tiene un aspecto típicamente mediterráneo. Se divide en tres sectores: la antigua ciudad genovesa, con sus calles estrechas y casas con fachadas de color pastel; la ciudad moderna, con avenidas arboladas; y las afueras, que se extienden hasta las colinas y ofrecen una vista maravillosa del golfo.
Ajaccio es el lugar de nacimiento de Napoleón Bonaparte, como se puede comprobar por un buen número de estatuas, calles y lugares nombrados en su honor. Visitamos rápidamente el centro de Ajaccio, en torno a la ciudadela (no abierta al público). Aquí vimos la Place Bonaparte, la catedral, y seguimos hasta los alrededores de Place Marechal Foch, cerca del paseo marítimo, que es de hecho la parte de mayor interés. La Place Foch es el verdadero corazón de Ajaccio. El casco antiguo, junto a la plaza, tiene calles estrechas llenas de casas atractivas y típicamente mediterráneas. Al lado de la terminal de pasajeros del puerto están el puerto deportivo y el puerto de pescadores, con muchos barcos de colores brillantes llenos de redes de pesca.
Dejamos Ajaccio y tras rodear el aeropuerto llegamos a Porticcio, un pueblo más turístico, caracterizado por sus kilómetros de playa. Hicimos una primer aparada en la península Isolella, una preciosa zona con calas de agua turquesa. La península en su vertiente norte tiene un islote con una vivienda privada que conforma una imagen preciosa. Merece la pena pasear por la costa rocosa de la península y disfrutar de los encantadores parajes que nos ofrece. Seguimos pasando por más playas y llegamos a otra paradisíaca: la de Argent, donde el bosque de pinos llega a escasos metros del agua. Es una playa de las que no cubre casi nada y el agua es verdosa con arena blanca. No pudimos resistirnos y nos dimos un baño.
Después seguimos hacia el sur hasta la torre de Castagna en una pequeña península del mismo nombre. Desde aquí hay buenas vistas del golfo d'Ajaccio y de Île Piana. Para subir a la torre tuvimos que acceder por una escalera en la pared interior de la misma totalmente vertical, no apta para los que sufran de vértigo. Pero las vistas desde la parte superior merecieron y mucho la pena. Seguimos por la costa hasta Capu di Muru, donde recorrimos un sendero hasta la torre genovesa situada en dicho cabo. La ruta nos llevó una hora más o menos y llegamos a una torre que emerge en una de las laderas completamente boscosas del cabo. Para subir a la torre hay habilitadas unas escaleras muy cómodas y desde la terraza superior la vista sobre toda la costa que habíamos estado recorriendo es espectacular. Incluso en la parte superior hay un acceso a una pequeña terraza aún más alta para disfrutar de la vista más amplia. Tras visitar la fabulosa torre seguimos hasta el final del cabo donde encontramos unas calas con unas rocas realmente pintorescas. Además entre las preciosas rocas encontramos una rudimentaria capilla y un faro.
Un poco más al sur encontramos otra torre genovesa sobre el cabo de Neru. Las vistas desde allí no eran tan espectaculares ni mucho menos pero lo bueno es que llegamos en coche casi hasta la misma torre, por lo que no nos costó nada visitar esta torre, una de las tantas que jalonan la costa corsa. Saliendo ya de los cabos pasamos por el pueblo de Coti-Chiavari, que ofrece también bonitas vitas sobre la costa que habíamos estado visitando ese día. Ya llegando a Porto Pollo paramos en la Torre de la Capanella, con una bonita vista sobre el golfo que forman varios salientes de costa, aunque no tan amplia como las que habíamos disfrutado desde el cabo de Muru.
Paramos en Porto Pollo a cenar algo. Porto Pollo es un pequeño enclave con un pequeño puerto sin mucho que ver. Lo que si hay es como en toda esta zona de Córcega, excelentes playas, aunque eso ya lo dejamos para otro día.
DÍA 12:
Empezamos el día visitando el yacimiento arqueológico de Filitosa, en el Valle Taravo en Sollacaro. Filitosa tiene un magnífico conjunto de menhires prehistóricos y estatuas de granito tallado con representaciones humanas. A la zona excavada accedimos por una pista a través de una plantación de olivos, en un lugar encantador. Del aparcamiento al yacimiento hay como unos cinco minutos. La mayor de las estatuas que allí vimos es impresionante, con rasgos faciales claramente definidos y una espada y daga esbozada en el cuerpo. Pasamos por el oppidum, un antiguo puesto de vigilancia. El monumento central comprende un grupo disperso de menhires en un montículo amurallado circular, coronado por una cúpula y al que se entra por un pasillo de losas de piedra. También pudimos ver restos de viviendas y también hay un museo donde se ven más hallazgos de la excavación. Los vehículos se dejan en el pequeño aparcamiento en la aldea de Filitosa, donde se paga el precio de la entrada. Realmente es un lugar impresionante para aquellos interesados en la historia.
Tras esta visita nos desplazamos a Propriano, en el centro del golfo de Valinco. Pasamos por Olmeto de camino. La aldea situada en la montaña domina el golfo y en la propia carretera hay un mirador donde las vistas sobre el golfo son excelentes. Y tras bajar de la montaña llegamos a Propriano. La vista del pueblo desde la carretera de acceso es bonita. Luego el pueblo en sí aparte de una zona agradable de paseo en el puerto y la iglesia tampoco tiene mucho más. Sí hay alguna callejuela con casas antiguas de más interés pero poco más.
Al sur de Propriano seguimos hasta la playa de Capu Laurosu, sin duda una de las playas más vírgenes de la zona. Son unos 3,5 km de arena, que se divide en dos zonas por el río Rizzanese. La vista del Golfo de Valinco es preciosa, con un panorama que se extiende desde Porto-Pollo a Campomoro. Lo bueno de ésta y muchas otras playas de la isla es que al ser salvajes puedes aparcar fácilmente cerca de la playa y además hay poca gente incluso en pleno Agosto. Es verdaderamente un lujo poder estar en playas tan paradisíacas casi solo. Aprovechamos para darnos un baño antes de seguir la ruta.
Siguiendo la carretera del golfo enseguida llegamos a Campomoro, tras pasar por un precioso mirador de la costa. La escena que nos encontramos al llegar a Campomoro recuerda en cierto modo ala Girolata, una pequeña bahía con aguas tranquilas y otra playa paradisíaca cerrada por un promontorio con una pintoresca torre genovesa. La diferencia es que aquí hay un pequeño pueblo, pero bastante pintoresco. Nos costó aparcar, pero al final lo conseguimos. Diez minutos a pie por un sendero bien marcado llegamos a la puerta de la torre genovesa. Para acceder hay que pagar una entrada en este caso. Esta fortaleza, la más grande de Córcega, ofrece magníficas vistas del golfo desde otra perspectiva. Las dimensiones de esta torre desde luego nada tienen que ver con otras que habíamos visitado, es más grande.
El tramo salvaje de la costa sur de Campomoro es precioso y decidimos hacer un sendero que parte bajo la torre y avanza por la costa, salpicada por formaciones rocosas muy pintorescas, erosionadas en formas fantasmagóricas, y una serie de playas de guijarros e incluso de arena totalmente vacías. Llegamos hasta U Puntonu, un pequeño cabo rodeado de bonitas calas y ya desde allí regresamos. Es un paseo fabuloso, ya que vas tu solo por la costa disfrutando de un paisaje maravilloso. El sendero sigue varios Km más hasta Tizzano pero no teníamos tiempo para tanto así que regresamos a Campomoro, usando un sendero por el interior que nos recortó bastante el tiempo de regreso.
Dejamos la costa para visitar Sartene. A primera vista lo que más llama la atención del pueblo es como los edificios altos, construidos en la misma roca de la empinada colina sobre la que se encuentran, forman parte del propio paisaje. El centro de Sartene está alrededor de la Plaza de la Liberación, con vistas al valle del Rizzanese. En el lado sur de la plaza se encuentra la iglesia de Ste-Marie. Un tramo de escaleras a la izquierda del Hôtel de Ville, nos llevó a una torre de vigilancia en ruinas, que es todo lo que queda de las murallas de la ciudad. La ciudad vieja de Santa Anna se extiende por la colina abajo, con sus estrechas calles repletas de una mezcla de casas antiguas altas, unidas por arcos, arcadas y callejones, y, a veces bloqueadas por rocas inesperadas. El casco antiguo es bonito pero muy pequeño, y está un tanto descuidado. No obstante encontramos bonitos rincones entre las callejuelas empedradas, sus pasadizos y demás detalles arquitectónicos.
Dejamos el pueblo – en la parte superior en la propia carretera hay un mirador con una estampa preciosa de la parte vieja -. Nos dirigimos al pequeño puerto de Tizzano, pero de camino nos desviamos para ver los sitios megalíticos de Cauria con sus dólmenes y menhires, y las tallas de los hombres de piedra en Stantari. Simplemente lo vimos por fuera – hay un vallado como los de ganado que permiten ver el recinto desde fuera. Y llegamos a Tizzano. Se trata de un pequeño puerto con unas pocas casitas que tampoco es nada del otro mundo pero un paseo por allí fue bastante agradable. Cerca del pueblo nos acercamos en coche a la preciosa playa de Tralicetu, donde nos dimos un último baño antes de que oscureciese, simplemente para quitarnos el calor del día. La playa de Tralicetu es otra de las fabuloas playas salvajes de la isla, una lengua de arena fina sobre aguas limpísimas y transparentes en un entorno en el que no se avista ninguna construcción humana.
DÍA 13:
Este día lo comenzamos en Cargèse, al sur de las Calanques de Piana. Antes de ver el pueblo hicimos un par de pequeñas rutas hasta un par de puntas al norte del pueblo terminadas en sendas torres genovesas. Primero fuimos hasta la torre de Orchinu. Tras un agradable paseo llegamos a la torre, bastante derruida. Las vistas son bastante bonitas aunque no muy abiertas por la vegetación y por la imposibilidad de subir a la torre.
El segundo recorrido que hicimos fue hasta la punta y la torre de Omigna. Tras un recorrido de unos dos kilómetros llegamos a la árida punta sobre la que se levanta la torre. Esta torre estaba perfectamente acondicionada para subir a la parte superior con unas escaleras metálicas y barandillas, por lo que subimos para disfrutar de las fabulosas vistas. Aquí la punta se adentra más en la costa que es menos abrupta por lo que las vistas no son tan espectaculares.
Y tras estos agradables paseos nos fuimos a ver el pueblo de Cargese, una pequeña población conocida como el pueblo griego. Es una atractiva localidad de casas blancas en un entorno pintoresco sobre un promontorio rocoso que domina la bahía. El pueblo es agradable pero lo más destacado son sus dos iglesias, en pie una frente a la otra en el centro de la ciudad y con los campanarios dando un toque característico al pueblo. Una es una iglesia latina y la otra es una iglesia bizantina griega. Las terrazas de ambas ofrecen bellas vistas del golfo de Sagone.
El golfo de Sagone cuenta con extensas playas de arena, algunas de las playas más bonitas que vimos en esta zona de Córcega. Y así fuimos recorriendo la costa del Golfo disfrutando de vistas de las fantásticas playas y los pueblecillos en la costa. Aunque podíamos haber parado en cualquiera de ellas paramos en la de Liamone, una playa muy grande de aguas tranquilas y del habitual color turquesa que caracteriza la isla. Nos dimos un baño en esta solitaria playa y subimos también hasta la torre genovesa sobre un promontorio en su extremo sur, para no perder las costumbres. Como todas las torres que vimos, ésta ofrece vistas preciosas, aunque en este caso al ser la costa menos accidentada la vista no era tan espectacular como otras.
Seguimos por la costa hasta Tiuccia. Esta pequeña localidad costera no tiene mayor interés pero en una pequeña colina sobre el pueblo quedan los restos del castillo de Capraja. Se puede subir en coche hasta muy cerca y desde allí un breve paseo nos llevó al emplazamiento de las ruinas, un fantástico mirador.
Y nos dirigimos ya al último destino del día, que a la postre fue el más espectacular. Se trata de la punta de la Parata. El cabo está dominado por la Tour de la Parata, una torre construida por los genoveses. Es un lugar fabuloso. Hay que dejar el coche en un aparcamiento a una media hora de la punta. Aunque se puede caminar directamente hasta la torre de la Parata por una sencilla pista asfaltada – al final hay que subir por la roca del cabo -, lo más interesante es subir a un primer promontorio por un camino de tierra que sale del propio aparcamiento. Desde allí la vista es fabulosa, con la torre de la Parata en un segundo promontorio y más allá las Islas Sanguinarias. Es el lugar desde el cual se puede apreciar mucho mejor la belleza de este maravilloso lugar.
Bajamos del mirador y nos dirigimos a la Torre de la Parata, cruzando un istmo que une el peñón rocoso sobre el que se asienta con la tierra. Unas escaleras sobre la ladera nos llevaron finalmente a la torre de la Parata. Desde allí la vista en ambas direcciones es también preciosa. Bajando a nivel del mar también hay un mirador hacia las islas precioso. Volvimos en dirección al parking por la cara norte del primer promontorio, a la izquierda del restaurante de La Parata. El tramo costero es precioso y llega a una cala de piedra muy bonita. Subimos de nuevo al mirador sobre la Parata para ver desde allí la puesta de sol…. Un lugar único para verlo sin duda. Y tras la puesta del sol volvimos al parking y recorrimos la carretera hasta Ajaccio. Esta carretera pasa por diferentes calas y playas hasta entrar en la capital corsa. Desde allí regresamos a Petreto.
DÍA 14:
Este día nos tocó madrugar, porque habíamos reservado un viaje a las islas Lavezzi, desde Bonifacio, probablemente el pueblo más bonito de Córcega. Así que llegamos muy prontito al espectacular puerto natural de Bonifacio y nos embarcamos en dirección a las islas Lavezzi. El viaje dura una media hora y nos deja en la preciosa isla – la única en la que se puede desembarcar -. Este fascinante archipiélago está formado por islas rocosas graníticas rodeadas de pequeñas playas de arena. Lisas rocas de color coral salpican estas costas vírgenes.
Desembarcamos y nos dedicamos a recorrer la isla. En la isla en realidad no hay nada, salvo un pequeño cementerio, en conmemoración de las víctimas de un naufragio - el estrecho de Bonifacio es un lugar de aguas peligrosas -.Sin embargo las pintorescas rocas que se acumulan en las pequeñas calas y bahías hacen del paseo una experiencia maravillosa. Recorrimos la isla por su contorno costero disfrutando de los paisajes rocosos y vistas a los otros islotes del pequeño archipiélago. Nos dimos un baño y también un corto paseo por el interior, donde desde alguna pequeña elevación hay preciosas vistas. La isla es muy salvaje y básica, pero un hermoso lugar para relajarse. Hay que llevar agua y comida, ya que no hay nada allí. Cada media hora sale un barco de vuelta así que una vez vista la isla volvimos a Bonifacio. El trayecto de vuelta es una maravilla porque el barco se acerca mucho a los acantilados y te muestra lugares emblemáticos de los mismos acercándose a alguna cueva.
Ya en Bonifacio empezamos a explorar el pueblo por el puerto, por la parte inferior. La vista desde allí hacia la ciudadela es espectacular. La ciudadela es la más grande que vimos en Córcega y las murallas se ven imponentes desde abajo. El puerto está repleto de yates de lujo y todo tipo de embarcaciones para excursiones. La parte baja no tiene mucho más salvo las casas que rodean los muelles y desde allí tomamos unas escaleras hacia la Haute Ville, lo realmente interesante. Esta ciudad medieval es la más antigua de Córcega, y se encuentra en una península de piedra caliza blanca, con muchas de sus altas casas en la parte superior de los pintorescos acantilados que ya habíamos visto desde el barco. En la Haute Ville muchas de las casas están bordeadas por enormes almenas.
Tras subir un primer tramo de escaleras llegamos a la base de las murallas. En la Chapelle St-Roch, siguiendo más escaleras entramos ya en la parte alta por la muralla a través de la puerta de Genes. Allí vimos el Bastion de L'Etendard, el único vestigio de las antiguas fortificaciones. Cerca está la rue du Palais de Garde que es una de las calles más bonitas en Bonifacio, con sus arcadas cerradas y ventanas de doble arco separadas por columnas. Atravesando la rue du Palais de Garde se llega a la iglesia de Ste-Marie-Mayor. La fachada está oculta por una logia. Callejeamos por las bonitas callejuelas de la Haute Ville y llegamos al Torrione, de 35 metros de altura, un antiguo puesto de vigilancia. Desde aquí descendimos a la parte inferior del acantilado por la Escalier du Roi d'Aragon, una escalera tallada directamente en el acantilado. Es una escalera espectacular.
Al final de la meseta superior se encuentra el Cementerio Marino, con sus cruces blancas que destacan contra el azul del mar. Inmediatamente al sur, la Explanada de St-François ofrece hermosas vistas hacia Cerdeña y la entrada del espectacular puerto de Bonifacio. Aquí se aprecia como Bonifacio goza de una ubicación magnífica en una estrecha península de piedra caliza blanca que por el lado de tierra en una profunda hendidura entre la península y el continente forma un puerto natural perfecto. Volvimos por el lado del puerto disfrutando de fabulosas vistas y tras bajar a la capilla de St-Roch de nuevo para seguir en dirección contraria hacia los acantilados. Desde lo alto de las escaleras hay una impresionante vista de los acantilados de piedra caliza blanca y el enorme trozo de roca caído al mar llamado el Grain de Sable. Hay unas vistas impresionantes de la ciudadela desde los acantilados.
Regresamos al coche y nos fuimos hasta el faro de Pertusato. Por el camino pasamos por un fantástico mirador con más preciosas vistas de Bonifacio y los altos acantilados. En la punta de Pertusato un bonito sendero nos lleva hasta el faro y desde allí descendimos a la cueva marina y playa de San Antonio. Es un sitio que parece sacado de otro planeta. La roca desnuda con sus caprichosas formas alberga un monumental anfiteatro que no es otra cosa que la parte superior de una cueva marina. La playa y todo el entorno es uno de los sitios más bonitos de todo el sur de Córcega. Sin tiempo para más, tras un intensísimo día, volvimos a Petreto.
DÍA 15:
Este día lo dedicamos a explorar otra parte del interior de la isla. Para ello nos dirigimos al Col de Mercujo, un precioso paso de montaña con vistas fabulosas de las montañas ya desde la propia carretera. Dejamos el coche en un apartado y nos dirigimos caminando un corto sendero hasta el Mirador de Mercujo. Desde allí las vistas son maravillosas, sobre el embalse de Tolla por un lado y con las montañas descendiendo hacia la costa en Ajaccio por el otro. Es un mirador excepcional de esta parte de la montaña corsa.
Seguimos hacia el interior bordeando el amplio embalse. Pasamos por la bonita población de Tolla, en la ladera junto al embalse y seguimos adelante. Justo al otro lado del lago hay un fantástico mirador que permite verlo en toda su extensión, el mirador de Scalledda. La carretera pasa después por las Gorges de Prunelli, una sección estrecha rodeada de montañas. Es una zona muy bonita pero sin ser tan espectacular como las de Restonica o Spelocanto por ejemplo. Seguimos hacia el norte por la carretera disfrutando del paisaje montañoso hasta llegar a nuestro destino para ese día: el Monte d’Oro, una montaña imponente y aislada que se eleva unos 1000m sobre el más importante paso de montaña de Córcega, el Col de Vizzavona, en el centro de la isla. Su enorme masa destaca por encima del paso de montaña y su forma característica de cono con un bloque en la cumbre en la parte superior se puede ver desde casi cualquier lugar en Córcega.
En Col de Vizzavona encontramos un amplio estacionamiento, donde dejamos el coche e iniciamos nuestro recorrido. El inicio de la caminata nos lleva en dirección a la cascada de los ingleses. Un ligero descenso nos llevó a las ruinas de un antiguo fuerte. Seguimos la ruta y disfrutamos de una vista panorámica de la mencionada cascada, un modesto aunque bonito salto de agua. Poco después enlazamos con el famoso GR20 un sendero de largo recorrido que va de Norte a sur dela isla y que debe ser realmente espectacular.
Desde la entrada en el GR20, se comienza a ganar elevación de manera importante. El camino discurre a lo largo del río y permite observar un maravilloso paisaje natural con múltiples cascadas, aunque no muy grandes. Luego, el camino lleva a una zona de llanura antes de serpentear por la roca hacia las crestas. Después de una fuerte subida, a unos 2000 m de altitud, en el borde de las crestas, se llega al Col de Muratellu, desde donde las vistas ya son preciosas. Aquí se deja el GR20 y seguimos una indicación hacia la cumbre del Monte d'Oro. A partir de aquí el camino es más incómodo, cruzando varios pedregales y teniendo que avanzar más lentos porque además las indicaciones no son muy abundantes.
Acercándonos a la cumbre, cruzando la última línea de crestas, tenemos una magnífica vista del precioso lago Oro. Y el tramo final requiere pasar por una zona bastante expuesta y ayudarse de las manos, por lo que lo dejamos aquí ya que las vistas eran realmente fabulosas. Disfrutamos de ellas y emprendimos el camino de regreso por la misma ruta. Aunque no hicimos la parte final de la ascensión, el camino hasta ese punto es fantástico y merece la pena llegar hasta allí por las diferentes vistas y paisajes que se recorren. En total nos llevó casi 7 horas.
Tras bajar del monte volvimos por el valle de la Gravona, un precioso valle muy característico del interior de Córcega. Salimos de la carretera principal para pasar por algunos de los pueblecitos que lo componen e hicimos un pequeño sendero hasta la bonita cascada del Velo de la Novia. Es una cascada bastante alta aunque no baja con demasiada agua, pero el paseo por el bosque mereció la pena. Y con la caminata que habíamos hecho, el día no nos dio para más así que regresamos a nuestra casa en Petreto.
DÍA 16:
Tras una jornada de intenso senderismo nos tomamos el día con más calma. Nuestro primer objetivo fue la playa de Roccapina. Y no solo se trataba de ver la playa sino el fabuloso entorno natural en el que se encuentra. Desde la carretera paramos en un par de miradores para sacar la bonita estampa de la playa junto con la torre genovesa en una montaña al lado con el león de Roccapina, una formación rocosa con forma de león muy cerquita de la torre.
Bajamos en coche hasta la playa por un camino de tierra en bastante mal estado – pero transitable – y aparcamos en el extremo este de la misma. Lo primero que hicimos fue subir a la torre genovesa. Un sendero por la ladera de la montaña nos llevó allí en una media hora. La vista desde arriba es espectacular, no sólo por la playa sino por las vistas hacia el otro lado, a la fabulosa playa de Erbaju, una enorme y salvaje playa que se extiende hacia el norte. Disfrutamos de las vistas en todas direcciones desde la torre y después decidimos bajar a la playa de Erbaju. Para ello en el camino de bajada tomamos un sendero que permitía rodear la punta de Roccapina, donde se halla a torre, hasta llegar a la fabulosa playa de Erbaju.
Se trata de una playa increíble, y lo mejor de todo es que como lo más habitual es llegar andando o en barco había poquísima gente. También hay un acceso a través de una pista de tierra similar a la de Roccapina pero bastante más larga por lo que poca gente se aventura a llegar en coche. De cualquier forma, estábamos casi solos en pleno mes de Agosto. Disfrutamos de un relajante baño en la playa – pues la temperatura como en todo el viaje era bastante alta – e iniciamos el regreso hasta Roccapina, donde hicimos otra parada para refrescarnos de nuevo. La playa de Roccapina es una bahía con aguas prácticamente inmóviles y de muy poco a profundidad, vamos, una piscina idílica.
Dejamos la zona y seguimos la carretera hasta Bonifacio, por una franja de costa sin prácticamente presencia humana y con la carretera bastante lejos del mar, por lo que no se puede apreciar la costa. Nos desviamos a la playa de Tonnara. Es una playa con buenas vistas de la costa y unas formaciones rocosas similares a las que habíamos visto en Lavezzi pero a menor escala. Caminando por la cota llegamos a otra pequeña cala, la de Stagnolu, prácticamente vacía. Toda esta zona de costa se caracteriza por calas solitarias en medio de un paisaje rocoso completamente salvaje.
Para disfrutar de vistas de toda esta zona nos dirigimos a la ermita de la Trinite, en un desvío de la carretera principal a Bonifacio. Desde allí hay buenas vistas pero para mejorarlas todavía más subimos a un peñasco justo detrás de la ermita. No hay un camino señalizado pero es muy sencillo porque el destino está siempre a la vista. Desde allí pudimos ver amplias vistas de la costa que habíamos recorrido ese día y hacia Bonifacio, donde la vegetación es mucho más tupida. Pintoresca también es una cruz que se levanta en un peñasco cercano.
Un poco más adelante en la carretera paramos en la playa de Paraguan, otra impresionante playa de aguas verdosas e inmóviles rodeada de árboles. Se encuentra en una especie de pequeño fiordo, lo que hace que sea aún más pintoresca. Y muy cerquita llegamos a la playa de Fazio todavía más bonita por la presencia de un islote en medio de otro precioso entrante de la costa. Subimos por un sendero a la parte alta del acantilado para disfrutar de este precioso islote que forma una especie de canal por el que pasan algunas embarcaciones deportivas. Y siguiendo el sendero llegamos al faro de la Madonetta, el faro que marca la entrada al puerto natural de Bonifacio, y que ya habíamos visto desde el otro lado cuando visitamos el impresionante pueblo costero. Toda esta zona es fabulosa, para caminar, disfrutar de la playa, las vistas…. Una verdadera maravilla natural. Y aquí lo dejamos porque ya no teníamos tiempo para más.
DÍA 17:
Hoy nos dedicamos de nuevo a explorar el interior montañoso de la parte sur de la isla, aunque sin grandes caminatas como objetivo. Para ello nos fuimos hasta la bonita población de montaña de Zonza. El paisaje montañoso que vamos atravesando es precioso y hacemos varias paradas para disfrutar del mismo. En una de esas paradas, muy cerquita del col de la Tana, subimos a un pequeño promontorio rocoso con fabulosas vistas del desfiladero por el que transcurría la carretera. Llegamos a Zonza, donde en la oficina de turismo nos informaron de las numerosas opciones que teníamos para conocer la zona.
Nuestro primer destino fue el Col de Bavella, en el corazón de las Aiguilles de Bavella, unas formaciones rocosas en forma de agujas realmente pintorescas. Desde allí parten varias rutas de senderismo. Nos costó muchísimo aparcar y al final lo hicimos a cierta distancia del col, pues esta es una de las zona de montaña más visitadas de la isla. Aunque desde el col ya hay unas fabulosas vistas de las montañas hacia las dos vertientes decidimos hacer una ruta para conocer mejor las montañas. Dado que no queríamos pasar allí muchas horas, nos decantamos por la ruta que lleva a U Tafonu di u Cumpuleddu, un curioso agujero en la roca formado por la erosión. El camino es muy sencillo (unas dos horas y media ida y vuelta) y a la mitad más o menos nos desviamos a un mirador fabulosos sobre la cordillera. Desde un saliente rocoso las vistas son fabulosas. El resto de la ruta nos llevó por un precioso bosque hasta llegar al agujero en la roca, un lugar realmente pintoresco. Aunque hay rutas más largas, ésta nos permitió ver una zona de Bavella y disfrutar de preciosas vistas.
Regresamos a Zonza y nos fuimos hasta el sitio arqueológico de Cucuruzzu. La verdad es que no estábamos seguros sobre si iba a merecer la pena o no pero fue todo un acierto. Y no sólo por las ruinas en sí, que están bien, sino por el camino que hay que hacer hasta llegar a ellas. Tras pasar por la caseta de entrada y pagar un pequeño ticket nos dieron un libro con las principales atracciones que íbamos a encontrar en nuestro recorrido. Avanzamos por las entrañas de un bosque espectacular, con parajes mágicos formados por las rocas de granito enormes dispuestas por el mismo, los árboles y el musgo que lo inundaba todo. Es un recorrido para disfrutar de la magia de un bosque de cuento y paramos muchísimas veces a hacer fotos. Las ruinas se dividen en dos grupos. La primera parte, un fuerte prehistórico precioso en una zona rocosa con vistas hacia Bavella. El segundo, mezclado con las ruinas de un castillo medieval también mereció la pena. En definitiva un paseo maravilloso, con la visita a dos complejos arqueológicos muy interesantes.
Dejamos Cucuruzzu y nos desplazamos a Piscia di Gallo, una sencilla ruta de senderismo en otro entorno natural realmente privilegiado. Empezamos a caminar por un fabuloso bosque pero ya desde el principio empezamos a disfrutar de paisajes preciosos, con pintorescas rocas y un precioso arroyo. Todo el recorrido es maravilloso, se va abriendo a diferentes paisajes hasta que llegamos a la cabecera de la cascada. En su parte superior aparte de un mirador fantástico hay unas rocas realmente fotogénicas y pintorescas. Desde allí iniciamos el descenso a través de un sendero muy empinado hasta la base de la cascada. Es una bajada dura – sobre todo porque hay que volver a subir después – pero desde abajo nos vemos recompensados con la fabulosa caída de agua. Esta ruta nos sirvió para conocer otra preciosa zona de montaña del interior de Córcega.
Seguimos por la carretera hasta L’Ospedale parando primero en el lago del mismo nombre. No había demasiada agua y el paisaje era realmente fantasmagórico ya que al retirarse el agua muchos troncos de árbol casi negros por la humedad aparecen creando una imagen irreal. Estuvimos dando una vuelta y disfrutando del paisaje antes de seguir hasta L’Ospedale donde hay un mirador hacia la costa este de la isla, donde destaca la bahía del precioso pueblo de Porto Vecchio, que ya visitaríamos otro día. Aprovechamos las vistas casi hasta que empezó a oscurecer e iniciamos el viaje de vuelta a nuestro alojamiento, tras un día descubriendo el maravilloso interior montañoso de la isla.
DÍA 18:
Este último día que teníamos antes de regresar al ferry queríamos visitar la zona sureste de la isla, que a priori no es tan interesante como la oeste, pero encontramos algunas cosas que ver y por supuesto algunas playas fabulosas, muchas de las que aparecen en los listados de las mejores playas de la isla. Aunque eso es muy discutible, porque toda la isla está completamente plagada de maravillosas playas paradisíacas. Nuestra primera parada fue la pequeña playa de Sperone, una pequeña cala más allá de Pertusato, y sobre la cual se encuentran unas ruinas romanas, las de Piantarella. La verdad es que no hay mucho que ver en las ruinas salvo los restos de uno muros.
Seguimos ascendiendo por la costa este y paramos en la playa de Balistra, a la que llegamos por un camino de tierra también en un estado bastante penoso. La playa es muy bonita y cuenta con un lago costero justo detrás, que hace que tengas la posibilidad de bañarte tanto en el mar como en este lago al otro lado de la lengua de arena. Un poco más al norte llegamos a Rondinara, una idílica bahía que pudimos ver desde la carretera de acceso en perspectiva y que se considera una de las playas más bonitas de la isla. En esta tuvimos que pagar por aparcar. La playa es una bahía preciosa, con aguas turquesas y muy poco profundas, una delicia donde aprovechamos para bañarnos. En el extremo sur de la playa subimos a un pequeño montículo para disfrutar de más vistas. La siguiente parada fue Santa Giulia, otra maravillosa bahía similar en belleza a la anterior. Aquí simplemente visitamos la zona y sacamos unas fotos. Y lo mismo hicimos en Palombaggia, otra fabulosa playa que también aparece en los listados de las mejores playas.
Tras tanta playa llegamos a Porto Vecchio. Es un pueblo bonito a pesar de que su frente costero no es demasiado atractivo. La parte de interés de la población se encuentra en una pequeña colina. En el propio pueblo vimos la fortaleza bien conservada y paseamos por la pequeña red de calles antiguas que conducen a la plaza principal. Al este de la plaza se puede ver la Porte Génoise, que enmarca una extensión deliciosa de mar y salinas. En esta parte alta de la ciudad todavía hay restos de las fortificaciones genovesas. Todo el centro está peatonalizado y es muy coqueto. Además se nota que es un importante resort porque hay muchas tiendas demarcas dispersas por esta zona.
Seguimos hacia el norte por la costa hasta San Ciprianu, una bahía en media luna de arena blanca. Continuando otros 7km, llegamos a la playa más pintoresca de Pinarellu, un largo arenal con poca gente, de arena blanca y suave con una preciosa torre genovesa. Además estas playas que vimos por la zona, tienen un precioso fondo montañoso, el macizo de l'Ospedale. Y nuestra última parada del día fue la Punta Fautea, un pequeño saliente de tierra con su correspondiente torre genovesa. Las vistas son bonitas aunque no tan espectaculares como las que habíamos visto desde otras de las muchas que habíamos visitado anteriormente. Y como ya nos habíamos alejado bastante de nuestro alojamiento tuvimos que volver un poquito antes que otros días. Esta es una de las desventajas de tener un alojamiento fijo para todos los días, y que las distancias en la isla y sobre todo las carretas hacen que los desplazamientos sean bastante lentos.
DÍA 19:
Este último día nos tocó recoger y conducir hasta la Ile Rousse para tomar el ferry de vuelta. Atravesamos la isla por la principal carretera de la isla disfrutando de los paisajes del interior de la fabulosa isla. Pasamos por Vizzavona, que ya conocíamos de nuestra ruta de senderismo al Monte d’Oro y un poco más adelante llegamos hasta Vivario. Un poco antes de pasar por el pintoresco pueblo paramos en el Belvedere de Pasciolo. La vista hacia las montañas con el fortín de Pasciolo en una colina cercana. Es uno de los lugares más pintorescos que encontramos en el interior de Córcega.
Hicimos la pequeña ruta hasta el fuerte para disfrutar de más vistas hacia las montañas centrales. Se puede entrar al Fortín ya que hay acceso libre por los huecos que ocuparon sus puertas. Seguimos conduciendo por la carretera principal disfrutando del paisaje y enseguida llegamos a Corte. Y así poco después alcanzamos la costa norte donde en la Ile Rousse nos dirigimos al ferry. La terminal de ferry es mucho más pequeña que la de Niza. Y aquí terminó nuestra aventura en la isla, un viaje fabuloso por una isla rebosante de naturaleza con una mezcla de paisajes costeros y de montaña realmente espectacular.
Puntos de interés: