El precioso Collioure en la costa mediterránea francesa
Collioure es un precioso pueblo en la 'Costa Vermeille' francesa, justo al norte de la frontera con España. Cuenta con un centro muy animado y pintoresco con algunos monumentos de interés histórico y varias playas pequeñas. Con el castillo y la iglesia creando un impresionante telón de fondo, la playa y el puerto se encuentran entre los más bonitos en la región de Languedoc-Rosellón. Las palmeras rodean la bahía de la playa de Port d'Avall, mientras laderas de vides y olivos se elevan en las colinas coronadas con fortalezas y torres de vigilancia en ruinas.
DÍA 1:
Collioure es de lejos la ciudad más atractiva en este tramo de la costa mediterránea. La visitamos en Junio y aunque no estaba ni mucho menos abarrotada nos fue un poco complicado aparcar. Tras dejar el coche bastante lejos del centro empezamos a recorrer la costa desde la zona sur. La primera parada fue un pequeño mirador en la ruta a Port-Vendres en la propia carretera, poco antes del letrero que indica que entramos en el pueblo. Desde allí se puede bajar a las rocas y disfrutar de una primera vista del pueblo. Destaca el imponente castillo junto al mar y la pintoresca iglesia con una torre cilíndrica. Desde allí seguimos la carretera y llegamos a un punto que aunque es parte del parking de un hotel hace de mirador de nuevo, esta vez justo en frente del castillo.
Tras una nueva parada para sacar más fotos nos dirigimos a la playa de Port Avall, la primera que pertenece al pueblo. No es una gran playa pero si nos dirigimos a su extremo oriental hay unos diques y un muelle desde donde hay de nuevo fantásticas vistas. Además rodeando este espigón por las rocas podemos llegar a otra pequeña cala, la de Balette. Caminando alrededor de la orilla del mar disfrutamos de las maravillosas vistas del Castillo Real y la iglesia de Notre Dame des Anges. Avanzamos en paralelo a la playa y llegamos a una pequeña torre circular. Aquí las casas antiguas del pueblo ya aparecen ante nosotros pintadas de diferentes colores. Así llegamos al paseo que se adentra en el mar bajo los enormes muros del castillo, el Château royal de Collioure. Al final del paseo se llega a un espigón desde donde hay una buenísima vista del propio castillo y del otro lado del pueblo. Seguimos bordeando el exterior del castillo por el precioso paseo y llegamos al otro extremo don e se encuentra la parte vieja del pueblo.
Entramos a ver el Castillo Real, que fue construido en diferentes fases. Aunque sus orígenes se remontan a la época medieval, lo cierto es que solo queda alguna estructura de esa época. Lo mejor de la visita es pasear por las murallas entre las torres y almenas para disfrutar de las vistas del mar y de la zona vieja del pueblo. Las salas en las que se puede entrar están completamente desnudas por lo que no aportan mucho. De todas formas sí que merece la pene entrar porque la entrada es bastante económica. Tras la visita al castillo pasamos por una bonita pasarela peatonal sobre un entrante del mar y accedemos a la zona vieja, íntegramente peatonal y con mucho encanto. Justo al norte del castillo se encuentra el antiguo puerto, que solo alberga un puñado de barcos de pesca pintados de vivos colores.
Lo primero que vemos al pasar el puente es el bulevar de Camille Pelletan, con numerosos bares y restaurantes junto al mar. Y enseguida accedemos a la oficina de turismo y a la segunda playa, la playa de Collioure. Esta pequeña playa es muy pintoresca porque en uno de sus extremos está cerrada por la inusual torre cilíndrica de la iglesia de Notre Dame des Anges. A la iglesia entramos y nos sorprendió el bonito interior profusamente decorado en la zona del altar. La torre medieval de la iglesia bañada por el mar es desde luego una de las imágenes más bonitas que recuerdo de Collioure. El paseo junto a la playa es el Bulevar de Boramar, repleto de más bares y restaurantes y con unas vistas espectaculares a la pequeña bahía, al castillo y a una colina con el Fort Saint Elme de fondo. También aquí hay un resto dela muralla dela ciudad y una puerta que da acceso a la zona vieja del pueblo. Y es que Collioure es sin duda uno de los pueblos costeros más bonitos que he visto en Francia.
Desde la iglesia hay otro pequeño paseo hasta la pequeña Capilla de San Vicente, situada en un islote rocoso unido ahora al pueblo por un dique y otra pequeña playa. La capilla es muy pequeña y se levanta junto con una cruz en la parte superior del islote. Cuando nosotros fuimos estaba cerrada. Sin embargo las vistas hacia todo lo que hemos recorrido con el castillo y la iglesia por un lado y hacia la zona norte por otro son preciosas. En esta zona norte hay casas construidas en las rocas y la línea de acantilados se extiende hacia el horizonte. Esta parte de la costa francesa no es demasiado rica en arenales. Desde la capilla llegamos por otro dique hasta el faro de Colliure, donde se nos descubren nuevas vistas del precioso pueblo. Desde esta zona podemos avanzar por las rocas en una especie de sendero hecho en piedra que nos lleva justo por debajo de las pintorescas casas que parecen continuación de los acantilados. Esta zona es preciosa también.
Subimos de nuevo a la iglesia y avanzamos por la preciosa calle Bellevue donde hay casas de colores muy pintorescas hasta llegar al Fort Miradou, uno de los varios que podemos encontrar en el pueblo o los alrededores. Éste no se puede visitar. Tras llegar hasta aquí nos dedicamos a callejear por el antiguo barrio de pescadores, el barrio de Moré. Allí es donde te puedes encontrar con el grueso de turistas que visitan la ciudad aunque perdiéndote por las calles encontramos multitud de rincones pintorescos y callejones solitarios. Las callejuelas estrechas y casas de color pastel forman un paisaje urbano excepcional. Además de los típicos restaurantes, bares y tiendas para turistas hay numerosas galerías de arte esparcidas por esta zona. Tras recorrer esta parte del pueblo a conciencia decidimos darnos un baño en la playa contigua a la iglesia para refrescarnos y la verdad que nos sentó de maravilla. Tras es baño pasamos por el hotel y salimos a cenar algo en uno de los numerosos y abarrotados restaurantes del centro. Nos sorprendió mucho que a diferencia de otros sitios en Francia donde la gente se retira pronto a su alojamiento aquí los horarios eran más españoles, con mucha animación por la noche.
Tras cenar nos recorrimos un poco los lugares principales del pueblo porque iluminados estaban preciosos y aquí en Collioure el tema de la iluminación lo han cuidado al máximo, sobre todo en sus monumentos principales, la iglesia el castillo, la zona vieja.. .
DÍA 2:
Tras desayunar en el hotel nos acercamos al molino de Collioure, un pintoresco molino de viento situado en la ladera de la montaña donde está el fuerte de Saint Elme. Es un molino bastante pintoresco al que se accede por la calle Chemin du Port Saint-Elme y que sin embargo no ofrece muy buenas vistas pues hay bastantes árboles alrededor. Un poco más abajo del molino hay una pequeña construcción de aspecto morisco, La Glorieta, desde donde sí hay una bella panorámica de la bahía de Colliure. Desde allí siguiendo el mismo camino que habíamos empezado, llegamos tras 1 Km de una importante subida al fuerte de Saint Elme. Podíamos haber subido en coche pero como lo teníamos bien aparcado desde el día anterior no era cuestión de perder el sitio y volver a buscar uno nuevo, porque la verdad que es tarea complicada al menos en verano. El fuerte de Saint Elme es un magnífico mirador sobre la costa y el pueblo. Las vistas desde la terraza exterior son sencillamente excepcionales. Pudimos entrar a visitarlo y recorrimos una bonita exposición histórica del fuerte y de la región, pero sin duda lo mejor son las vistas desde sus murallas. Estuvimos un buen rato sacando fotos y diferentes panorámicas. El propio fuerte es también un edificio imponente, sobre la colina con su arquitectura en estrella, sus gruesos muros y sus aspilleras.
Tras la visita bajamos al pueblo y nos fuimos a la zona del puerto a caminar por un espigón bastante grande que se encuentra frente al castillo y que no habíamos visitado el día anterior. Las vistas son espectaculares. Desde allí seguimos andando hasta el Fort Carré en el otro extremo de la ciudad. Se llega tras pasar el Fort Miradou y caminando por los acantilados en una zona de campo muy agradable para pasear. El fuerte no es gran cosa, pero el paseo merece la pena y desde la plataforma en la que se encuentra podemos disfrutar de interesantes vistas de la costa, aunque desde una perspectiva mucho más baja que en el Fort Saint Elme.
Regresamos al pueblo y visitamos por curiosidad la tumba de Antonio Machado, en el cementerio antiguo, ya que el poeta murió aquí donde yace enterrado junto a su madre. Y aunque ya habíamos hecho involuntariamente parte de la misma seguimos la ruta del fauvismo con un plano de la oficina de turismo, siguiendo una serie de lugares donde los pintores de esta corriente artística pintaron sus cuadros y hoy aparecen reproducciones de los mismos. Además también encontramos a lo largo de la parte vieja varios marcos que indican sitios desde donde sacar las mejores fotos de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Finalizamos la mañana dándonos un baño en la playa y comimos algo en el casco antiguo ya que a la tarde queríamos aprovechar para visitar un par de lugares en los alrededores ya dejando Collioure.
Primero nos dirigimos a la torre Maledoc, un espectacular mirador a más de 600 metros de altura en uno de los montes cercanos, desde donde la panorámica es realmente impresionante. No solo vemos Colliure y su bahía, sino una amplia franja costera y las montañas hacia el interior. Además es muy sencillo acceder a la torre. Dejamos el coche es unas casas abandonadas en la carretera secundaria D86, en el punto donde hay un mirador que ya ofrece fantásticas vistas. Desde allí subimos por un camino de tierra y gravilla hasta la torre. Son algo más de dos kilómetros de caminata. Primero se avanza por la ladera de la montaña pero en cuanto llegas a la cresta las vistas que te acompañan hasta el final son realmente espectaculares. Y al final aparece la pintoresca torre cilíndrica de piedra, un mirador impresionante. Hay un pequeño edificio con unas antenas que afea un poco el lugar pero las vistas siguen estando ahí. Tras disfrutar de las maravillosas vistas y el tranquilo entorno – nada que ver con el bullicioso Collioure – regresamos al coche.
Y seguimos por carretera hasta otra torre similar, la Torre de Massane. La verdad es que las vistas desde la cima son igualmente espectaculares aunque la costa está más lejos. Sin embargo el acceso hasta la torre es bastante penoso, porque en coche tardamos casi una hora desde la torre de Maledoc, atravesando carreteras de montaña muy estrechas y avanzando muy despacio. Al final se deja el coche en un pequeño ensanchamiento de la carretera y la subida es más corta que a la torre Maledoc, pero el viaje en coche hasta allí se las trae a pesar de ser pocos kilómetros. El sitio, eso sí, es precioso, rodeado de montes y sin construcciones a la vista. La torre es muy similar a la Maledoc en forma, un cilindro hecho de piedras. Disfrutamos nuevamente de las vistas y ya desde allí volvimos al coche a iniciar el camino de vuelta después de dos días maravillosos visitando Colliure y sus alrededores.
Puntos de interés en Collioure: