Las gargantas del Ardeche: naturaleza, cuevas y pueblos medievales

Las Gorges del Ardeche son unas espectaculares gargantas talladas por  el río Ardeche, un afluente del Ródano que discurre entre los departamentos de Ardeche y Gard. Además de esta maravilla natural la región cuenta con preciosos pueblos medievales y algunas de las cuevas más importantes de Francia. Sin duda otro espectacular rincón de Francia para escaparnos unos días y conocerlo a fondo.

Viajamos en coche desde Bilbao y nos alojamos es una preciosa casa en Saint-Marcel-d'Ardèche, un agradable pueblo con unas preciosas cuevas, las cuevas de Saint Marcel. Las pudimos visitar el mismo día que llegamos y la verdad es que son unas cuevas preciosas con diferentes salas y con un trabajo de iluminación excepcional. Además fuera delas cuevas pudimos hacer un sendero interpretativo de unos 3 Km donde pudimos ver un dolmen, un menhir y una serie de paneles que explicaban muy bien todo lo que estábamos viendo. Para ser el primer día tras un viaje largo  desde Bilbao (unas 7.5 horas) fue un buen colofón y nos retiramos pronto para empezar el día siguiente con ganas.

DÍA 1:

Nuestro primer objetivo fue Aiguèze, un precioso pueblo situado sobre un  acantilado que cae al río Ardèche. Aiguèze es uno de esos pueblecitos pequeños de Francia, donde el verdadero placer de la visita está en perderse por sus callejuelas. Es un pueblo precioso, muy bien cuidado y donde no hay demasiados visitantes. Dejamos el coche en un aparcamiento gratuito a la entrada del pueblo y un pequeño sendero nos lleva por el propio acantilado hasta el cementerio y la iglesia. Las vistas del pueblo desde este sendero son preciosas, con las torres levantándose como continuación del acantilado sobre el río. Pudimos ver la iglesia por dentro con abundante decoración y seguimos callejeando. La parte más interesante es la que da al  acantilado. Hay un pequeño paseo y además un sendero nos llevó hasta abajo a la parte inferior del río. También desde el final del pueblo merece la pena avanzar por el sendero de tierra para disfrutar de más bonitas vistas del pueblo. Desde allí volvimos por la Grand Rue donde hay casas preciosas, y llegamos a la plaza principal donde tenía lugar un pintoresco mercado. Tampoco hay mucho  más ya que sólo hay otra calle paralela, pero merece la pena perderse entre los callejones porque encontramos numerosos rincones muy bonitos. Desde aquí nos dirigimos a las gargantas del Ardéche y para empezar el recorrido tuvimos que volver a cruzar el río por un precioso puente de tirantes y un solo carril que ofrecía unas preciosas vistas del río y del propio pueblo de Aiguèze. El puente nos lleva a Saint-Martin-d'Ardèche y al inicio de la carretera por las gargantas.

Aiguéze
                                                                                                                                                     Aiguèze

Las Gorges del Ardéche se pueden ver muy bien en coche.  Hay una carretera que nos lleva por su margen oriental y que tiene habilitados numerosos miradores sobre segmentos espectaculares de la garganta. En total son32 kilómetros de gargantas impresionantes entre Vallon-Pont-d'Arc y Saint-Martin-d'Ardèche. En algunos puntos se alcanzan los 300 metros de altura, en medio de una naturaleza salvaje y muy bien preservada. Nosotros paramos en todos los miradores y prácticamente todos son espectaculares, algunos más que otros obviamente. Desde los miradores de Serre de Tourre, la roca de la Catedral – en el centro de visitantes-, el Balcón de los Templarios – este ofrece una preciosa panorámica de un meandro espectacuar del río - o Ranc-Pointu se divisan unas vistas espléndidas e increíbles. Desde el Ranc-Pointu seguimos un sendero hasta la parte inferior de las gargantas para disfrutar de las vistas desde abajo. La ruta es más larga pero simplemente bajamos y avanzamos un poco por la orilla del río. Además a lo largo del trayecto paramos a visitar las Cuevas de la Madeleine. Se encuentran en el centro de visitantes del parque donde además hay otro fantástico mirador sobre la garganta.

Mirador de los templarios
                                                                                 Mirador de los Templarios, Gorges de l'Ardèche

La Grotte de la Madeleine son unas cuevas preciosas, con numerosas formaciones de estalactitas y estalagmitas y muy bien trabajada en cuanto a iluminación, con unos efectos preciosos. Se accede a través de una primera cavidad menos importante y que nos lleva a la sala principal. La visita guiada lleva aproximadamente una hora. Una vez concluida la visita y tras completar la larga lista de miradores llegamos a uno de los lugares más emblemáticos de las gargantas, el famoso arco natural del Pont d'Arc, final de las gargantas. Es un arco de roca que cruza el río de dimensiones descomunales. En la carretera hay un mirador antes de llegar a él que nos da una idea de su tamaño. La foto de postal es obligada. Y lo mejor es acercarse a cualquiera de las dos playas en el río a ambos lados del arco – o mejor incluso a las dos -. Es más cómoda la que se encuentra más al norte ya que hay un enorme aparcamiento gratuito y desde allí un sendero nos lleva  a la playa fluvial. Ver el arco desde aquí es impresionante.  

Pont d'Arc
                                                                                                                                                Pont d'Arc

Seguimos la carretera hasta Vallon-Pont-d'Arc y allí cruzamos el río para dirigirnos a una de las mejores cuevas de Francia, al menos la única catalogada como Grand Site –denominación de algunos lugares realmente emblemáticos del país - .Es otra visita ineludible ya que se trata de una cueva enorme y preciosa: Aven d'Orgnac. Vimos diferentes cavidades, repletas de formas caprichosísimas de las rocas, como estalagtitas, estalacmitas, columnas… y todo tipo de formaciones. La visita dura algo más de una hora y si solo vas a visitar una cueva en la zona – está plagada de ellas – yo te recomendaría ésta. Entramos en el último  turno de visita después de un día frenético. Regresamos por la orilla sur de las gargantas aunque aquí la carretera no discurre cercana a las mismas y no hay por tanto miradores. Sin embargo nos acercamos por carreteras secundarias a Aiguèze de nuevo y pocos Km antes de llegar accedimos a una pequeña ruta que nos llevó a descubrir el meandro que pudimos ver por la mañana desde el mirador de los templarios. Fue una ruta corta y con bastante desnivel pero mereció la pena. Las vistas desde la parte inferior de las gargantas son realmente espectaculares.  De regreso a Saint Marcel paramos en un restaurante a cenar algo antes de volver a nuestra casa.

Aven d'Orgnac
                                                                                                                                         Aven d'Orgnac

DÍA  2:

Este segundo día lo empezamos visitando el pintoresco pueblo de Saint Montan. No aparece en muchas guías, ni está catalogado como uno de los pueblos más bonitos de Francia pero de hecho lo es.  Fue una grata sorpresa y llegamos aquí por recomendación de nuestro anfitrión. Se trata de  un pequeño pueblo medieval situado sobre una colina, que a su vez se encuentra rodeado de montañas mucho más altas por las que asciende una sinuosa carretera. El pueblo se ha restaurado con  muchísimo encanto por una asociación fundada a tal efecto. La vista de las casitas sobre la ladera y las murallas del pueblo es impresionante. Dejamos el coche en un aparcamiento cercano a unos 200 metros del centro. No hay ni siquiera oficina de turismo ya que el pueblo es muy pequeño, pero recogimos un folleto cerca dela iglesia con un plano  del pueblo. Las callejuelas son encantadoras, empedradas pero de una manera más auténtica, más ruda que en otros pueblos más turísticos. Poco a poco fuimos ascendiendo entre arcadas, callejuelas y pasajes hasta la zona superior donde se encuentran los restos del castillo, que estaba cerrado. Sin embargo hay muchísimos rincones preciosos, encantadores, y muy muy auténticos. Calles laberínticas, que separan las casas construidas en la propia roca, y ventanas y puertas pintadas, le dan un toque especial. Descendimos de nuevo hasta la zona de la iglesia y callejeamos asegurándonos de recorrer cada pequeña callejuela. Desde la Rue du Portalet, hacia el sur seguimos un pequeño sendero que asciende por otra colina y que nos llevó a una zona con preciosas  vistas del pueblo y  su castillo. Este pueblo es una auténtica gozada, una joya oculta que no figuraba en nuestro  plan de viaje pero que nos dejó un sabor de boca indescriptible.

Saint Montan
                                                                                                                                            Saint Montan

Pasamos la mayor parte de la mañana aquí y después nos dirigimos a La Garde-Adhémar tras cruzar el Ródano. Este sí, es uno de los pueblos oficialmente más bonitos de Francia. Aunque es un pueblecito pequeño encantador no tiene el encanto de Saint Montan que todavía permanecía en nuestra retina. Desde lo alto del pueblo se tienen unas vistas muy bonitas de toda la zona. El pueblo es muy pequeño y se recorre enseguida. Además de algunos rincones bonitos conserva buena parte de sus murallas. Visitamos la iglesia, el edifico más destacado del pueblo y desde donde se tienen las mejores vistas, y un pequeño parque botánico  en un jardín en terrazas a sus pies. En total no estuvimos más de una hora y tras la breve visita nos dirigimos a nuestro  próximo destino: Mornas.

La Garde-Adhémar
                                                                                                                                  La Garde-Adhémar

Mornas en sí no tiene demasiado encanto. Se trata de un par de callejuelas alargadas que albergan algún edificio de piedra interesante y que están rodeadas por las vías del tren y por la carretera nacional. El principal motivo de desplazarnos hasta aquí es el castillo de Mornas que se levantan en un espolón rocoso sobre el pueblo. Para llegar allí nos metimos por una calle lateral donde se llega primero al cementerio y a la iglesia de Notre Dame de Val Romigier. Allí dejamos el coche y unos 200 metros más arriba llegamos al castillo. El atractivo castillo se sitúa en un acantilado de 137 metros de altura sobre el pueblo medieval. Desde las murallas de la fortaleza hay una vista excepcional: el Mont Ventoux, las Dentelles de Montmirail, y especialmente el valle del Ródano, que se puede contemplar mientras fluye hacia el sur. La visita nos lleva por las diferentes artes del castillo con personajes ambientados en la edad media y pudimos disfrutar de amplias panorámicas  desde las zonas más altas. La  visita dura poco más de una hora.

Castillo de Mornas
                                                                                                                                   Castillo de Mornas

Por último y ya de vuelta a la casa paramos en Pierrelatte, un pequeño pueblo sin demasiado  interés aunque si pudimos ver un bonito molino de viento y  alguna otra construcción de interés. Ya aprovechamos para cenar algo allí.

 

DÍA 3:

Este nuevo día visitamos la Roque-sur-Cèze, un precioso pueblo medieval  ubicado en una ladera a orillas  del río Cèze. El coche lo dejamos en un amplio aparcamiento de pago  en la zona baja y desde donde pudimos disfrutar del mejor panorama del pueblo, junto a un campo de viñedos.  Aquí además vemos el puente de piedra  con sus once arcos por el que hemos accedido en coche al pueblo. Tras acceder al pueblecito lo primero que vemos es su iglesia y desde allí fuimos ascendiendo calle a calle hasta la zona alta. Hay muchos rincones preciosos, con sus casitas de piedra, callejuelas, pasajes, arcos…. Hay un antiguo lavadero que destaca entre la colección de casas restauradas y al final llegamos al castillo, al que no se puede acceder tampoco. Una vez recorrido el pueblo nos dirigimos a pie a otra de las atracciones de este lugar: las cascadas de Sautadet en el río Ceze. Se puede llegar desde el puente de los arcos por ambas márgenes y merece la pena llegar por ambas.

la Roque-sur-Cèze
                                                                                                                                  La Roque-sur-Cèze

Las cascadas es una zona del río donde este se precipita entre los numerosos huecos que dejan las rocas erosionadas y forma numerosas pozas y caídas de agua, meandros… en un paisaje realmente digno de verse. Hay muchísimos rincones increíbles, algo  diferente a cualquier otro paisaje que habíamos visto nunca. Aunque parece que puedas llegar a cruzar el río en algún punto no es posible y por tanto merece la pena hacer la visita por las dos márgenes para ver espectaculares paisajes. No paramos de sacar fotos. Y aunque había varios carteles avisando  de la peligrosidad de bañarse en este punto del río – recordando  incluso los muertos  que había habido – había bastante gente dándose un chapuzón en las diferentes pozas que se forman. Aquí nos dedicamos un buen rato a pasear por las rocas y buscar rincones para  inmortalizar el escenario con espectaculares fotografías.

Cascadas de Sautadet
                                                                                                                            Cascadas de Sautadet

Cuando disfrutamos por completo de las cascadas volvimos al coche y nos dirigimos a Lussan, un bonito pueblo amurallado situado sobre otra colina. El coche lo dejamos en un aparcamiento  bajo las murallas y accedimos andando. Nada más subir por la carretera de acceso vimos un castillo, el edificio más bonito de todo el pueblo y  donde ahora se encuentra el ayuntamiento. Recorrimos las murallas que se conservan bastante bien y disfrutamos de vistas agradables en todas direcciones, aunque no  espectaculares. Después callejeamos un poco para ver algún bonito edificio y  también la iglesia, el otro edificio destacado del pueblo . La imagen que se te queda del pueblo es la del castillo que alberga el ayuntamiento, un edificio realmente pintoresco.

Castillo de Lussan
                                                                                                                                  Castillo de Lussan

Siguiente parada: Montclus. Es otro de los pueblos clasificados como más bonitos de Francia y se encuentra en un meandro del río Cèze. Es otro pueblo muy pequeñito de calles estrechas y apretadas coronadas por un castillo que no se puede visitar. Dejamos el coche en un aparcamiento en la parte inferior del pueblo, al lado de un puente de arcos. Cruzando este puente hay unas vistas preciosas del conjunto desde una zona de playa de piedras en el río. De nuevo en el lado del pueblo fuimos ascendiendo por las callejuelas del pueblo y viendo las diferentes casas y rincones hasta llegar a la iglesia y la plaza principal. Parte del encanto está en que no hay ninguna construcción moderna, sólo casas de piedra en una ubicación muy pintoresca. Pasamos por una puerta de entrada y varios pasajes y llegamos al otro extremo del pueblo donde hay una nueva playa de piedras en el río, esta vez sin vistas claras hacia el pueblo, pero es un lugar agradable. Del castillo solo se puede disfrutar por fuera, viendo su enorme torre del homenaje que corona el pueblo. El pueblo está apartado de las rutas turísticas y hay poco más que un bar de pueblo, lo cual le da cierto encanto también. Las callejuelas de piedra son preciosas con sus casas, fuentes pasajes y  abundante vegetación. Visitado el pueblo nos dimos un paseo hasta una colina cercana, el Dent du Serret, de 310 metros, y situado en la orilla oeste del río. Hay que cruzar el puente de los arcos y poco después nos desviamos en un camino que indica la ruta. Es un paseo agradable y sin complicaciones que nos regaló bonitas vistas del pueblo al poco de salir, sobre el río Ceze y sobre toda la zona circundante desde la propia cima.

Montclus
                                                                                                                                                   Montclus

Ya de regreso al pueblo estaba oscureciendo así que iniciamos el camino de vuelta a casa, que todavía nos quedaba un trecho. Ese día cenamos en Saint Martin d’Ardeche, en un agradable restaurante nada caro.

DÍA 4:

Nada más desayunar hicimos el viaje hasta la pequeña población de Labeaume, al noroeste de las gargantas del Ardeche. Optamos por acortar por el interior, aunque la opción de volver a recorrer las gargantas era tentadora, pero nos iba a retrasar demasiado. Labeaume es un pueblo un tanto desconocido que nos recomendó nuestro anfitrión. Lo encontramos en las gargantas del Beaume – mucho  más modestas que las del Ardeche -. Se extiende a lo largo del río, al pie de abruptas rocas calcáreas, con sus casas mimetizadas con la roca creando una imagen excepcional.  Nos sorprendió lo concurrido que estaba el pueblo, y todo era por la playa fluvial, muy visitada en verano. Desde la playa hay preciosas vistas al pueblo con sus rocas, al puente que  lo atraviesa y hacia las gargantas del río. Dese la playa recorrimos las callejuelas empedradas del pueblo donde hay rincones de gran belleza. Desde la plaza principal de Le Sablas, donde hay una bonita fuente, junto al río, subimos hasta otra pequeña plazoleta donde estaba la iglesia y también el ayuntamiento. Es una plaza preciosa, donde destaca el impresionante edificio de la iglesia con sus enormes  columnas flanqueando la puerta. Estuvimos un buen rato callejeando por allí, disfrutando de los pasajes cubiertos y las bonitas fachadas de piedra.

Labeaume
                                                                                                                                                 Labeaume

Una vez recorrido  el pueblo cruzamos el  puente sobre el río y ya desde allí las vistas son fabulosas. Caminamos un buen trecho por la orilla del río ya que el nivel del agua lo permitía y así pudimos ver una zona más amplia de las gargantas. Después seguimos un camino desde el puente -20 minutos – que nos encaramó a un mirador colgado del acantilado sobre el puente y con una fabulosa vista aérea del pueblo y de esta zona de las gargantas.  Es una de las vistas más bonitas de la región después de las Gorges de Ardeche. Tras regresar al coche nos dirigimos a los jardines colgantes de Le Récatadou, unas pequeñas terrazas que se pueden visitar un poco al oeste del pueblo. Más que por los jardines merece la pena por las espectaculares vistas sobre una pared muy vertical de las gargantas. Y desde allí seguimos un sendero más hacia el oeste que también deja ver de vez en cuando vistas sobre los siguientes meandros del río.

Le Récatadou
                                                                                                                                           Le Récatadou

Y así se nos pasó la mañana completa. Tras dejar con un gran sabor de boca fuimos hasta otro no menos espectacular: Balazuc, éste más popular y entre los pueblos más bonitos de Francia. La ubicación del pueblo es espectacular, a orillas del Ardeche en una colina sobre acantilados de piedra. Cuando llegamos en coche llega un momento donde se ven vistas del río y el precioso puente que lo cruza con las paredes  rocosas presidiendo la estampa. Dejamos el coche en un aparcamiento de pago en la zona cercana al río. Desde allí lo  primero que hicimos fue cruzar el puente para ver las vistas del pueblo desde el otro lado. Avanzamos por un camino que discurre paralelo al río y disfrutamos de las vistas del pueblo sobre el acantilado. Tras sacar fotos desde la playa cruzamos de nuevo  el puente y visitamos las callejuelas del pueblo. Son muchas y estrechas, además con numerosos rincones preciosos. En la iglesia romana – la más pequeña del pueblo - se puede subir por fuera libremente a la torre que hace de campanario y desde allí hay vistas maravillosas al río y al resto del pueblo. Es uno de los rincones más bonitos ya que además las callejuelas de alrededor son especialmente atractivas. Cruzando la carretera – la única calle no peatonal del centro histórico seguimos ascendiendo hasta la zona del castillo, que a pesar de no poder visitar sí que pudimos disfrutar de las vistas desde la zona de las terrazas. Cerca del castillo se encuentra la principal iglesia del pueblo, otro bonito edificio que pudimos además visitar por dentro.

Balazuc
                                                                                                                                                     Balazuc

Y para finalizar el día visitamos otro pueblo cercano, Vogüe, esta vez en un entorno menos espectacular. Aquí las paredes rocosas ya han terminado y no bordean el río, aunque sí se puede ver como comienzan más allá del pueblo. Antes de llegar al pueblo bajamos a una playa fluvial en la orilla opuesta en una zona  donde había un spa. Las vistas hacia los acantilados y el pueblo – donde destacan las torres cilíndricas de su castillo o más bien casa señorial - son de las mejores. Tras sacar unas fotos seguimos hasta el estrecho puente que da acceso al pueblo. Allí una estrecha carretera te lleva a una zona donde hay una plataforma rocosa sobre el río y mucha gente aprovecha para bañarse allí. Esta zona es muy agradable y hay unas ruinas de alguna antigua construcción de piedra sobre la plataforma rocosa. Desde allí subimos hacia el castillo atravesando diferentes callejones con casas muy bonitas, escalinatas, pasajes…. en fín lo típico de estos pueblecitos medievales. Llegamos a la zona alta donde se levanta el castillo, un edificio de planta cuadrangular con torres cilíndricas en los bordes. Es un edificio bonito pero no espectacular y que se aprecia mejor desde la orilla opuesta presidiendo el pueblo tal y cómo lo habíamos fotografiado. Seguimos un sendero hasta la cercana capilla de Saint-Cerice, por encima del castillo. Es una pequeña iglesia pero que tiene unas vistas muy bonitas del pueblo, el río y los puentes que lo cruzan. Está muy cerca y merece la pena subir para disfrutar de las vistas en un lugar muy tranquilo y boscoso. En  una placita cercana al castillo también pudimos ver una torre, y tras callejear por las estrechas callejuelas salimos caminando por la carretera hacia el sur porque hay una vista muy bonita del pueblo con el castillo cuando te alejas un poco.  De vuelta al pueblo seguimos un  itinerario turístico que nos llevó por algunos pozos, un antiguo molino y algún punto más de interés. Nos quedamos con pena de visitar el castillo pero a la hora que llegamos ya estaba cerrado. Así que aprovechamos para cenar algo en una zona bastante animada cercana al río y emprendimos el regreso.

Vogüe
                                                                                                                                                       Vogüe

DÍA 5:

El último día de nuestra escapada lo empezamos visitando el bosque de Païolive, que se nos había quedado en el tintero el día anterior. Se trata de un bosque donde hay formaciones rocosas muy pintorescas, con rocas retorciéndose de formas realmente curiosas. El bosque está cerca de la población de Les Vans al borde de las magníficas gargantas del Chassezac. Recibe el sobrenombre de bosque de las hadas por sus rocas que son verdaderas esculturas naturales que nos hacen recordar figuras como las de un oso, un león o un pájaro con su nido. Hay varios itinerarios para recorrerlo – desde 1,5 Km a 5 Km -, como el bucle de St. Eugene, el sendero de la Virgen y el sendero de la Cornisa, permiten descubrir este patrimonio natural excepcional. Desde el aparcamiento nos dirigimos primero al sur para ver el corto sendero de la Virgen. Es muy sencillito y se ven varias de las formaciones más emblemáticas del bosque. En una parada anterior en la carretera D252 al oeste habíamos parado previamente simplemente para ver la figura del Oso y el León, otra de las más conocidas. Y después del pequeño recorrido nos animamos a hacer una combinación de partes de las otras dos rutas, la de la Cornisa y St. Eugene. En total anduvimos como unos 8 Km y combinamos vistas panorámicas sobre las gargantas de Chassezac, vimos la ermita de St-Eugene y numerosas formaciones rocosas. Es un recorrido encantador y vas viendo las rocas cuando menos te lo esperas por lo que no se hace nada pesado. Además es por un bosque bastante cerrado por lo que hay abundante sombra. Así que aquí nos pasamos toda la mañana.

bosque de Païolive
                                                                                                                                  Bosque de Païolive

Nos dirigimos después de comer a otro de los lugares que queríamos haber visitado previamente pero no habíamos podido: la cueva de Chauvet​ -Pont-d'Arc. Se trata de una cueva que contiene unas de las más antiguas pinturas rupestres conocidas, así como otras manifestaciones de la vida del Paleolítico Superior. Se encuentra en Vallon-Pont-d'Arc en un acantilado de caliza y es una de las más significativas del mundo. Tanto, que para preservarla lo que realmente visitas es una réplica, no la caverna original que está cerrada al público. La visita dura algo menos de una hora y la verdad es que la réplica está cuidada hasta el más mínimo detalle. Parece que de verdad estás en una caverna. Y las pinturas  son excepcionales. Además una vez concluida la visita hay un museo en el que se puede ver una exposición sobre la prehistoria y la caverna.

Pont-Saint-Esprit
                                                                                                                                     Pont-Saint-Esprit

Cuando salimos del complejo de la caverna era ya bastante tarde así que esta vez fuimos a Pont-Saint-Esprit, un pueblo algo más grande y que se caracteriza por su enorme puente sobre el Ródano y su impresionante iglesia. También conserva parte de unas murallas. Sacamos unas fotos  y ya sin tiempo para más nos fuimos a cenar y a casa pues al día siguiente tocaba partir de vuelta hacia Bilbao después de unos fabulosos días en este precioso y no tan conocido rincón de Francia.

Puntos de interés en la región: